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Joaquín Rábago.

Salto a lo desconocido

Theresa May, una dirigente con "complejo de Mesías político", como la ha definido un experto británico, va a dar con el "Brexit" duro al que aspira un salto a lo desconocido.

Su intención al convocar elecciones anticipadas era conseguir una mayoría que le permitiera a la vez liquidar al ultranacionalista UKIP y relegar por unos cuantos años en la oposición al Partido Laborista.

El cálculo que se hizo era que, divididos profundamente como estaban bajo el débil liderazgo de Jeremy Corbyn, los laboristas no conseguirían seguramente en mucho tiempo levantar cabeza.

Normalmente, habría tenido que esperar la líder tory hasta 2020 para unas nuevas elecciones generales, y seguramente para entonces las circunstancias no le habrían sido tan favorables.

Serían un año después de la salida definitiva de la UE, del mercado interior y de la unión aduanera, y con la incertidumbre en torno a un nuevo acuerdo con Bruselas, las consecuencias de todo ello serían difícilmente previsibles.

La economía británica adolece, como se sabe, del peso excesivo del sector del sector financiero, y el déficit comercial no deja de aumentar mientras crece la dependencia de acreedores e inversores extranjeros.

La productividad del Reino Unido es muy inferior a la alemana o francesa mientras que el nivel de formación de profesionales y trabajadores deja a veces que desear y ha de compensarse con el reclutamiento de los llegados de fuera.

Los salarios reales están prácticamente estancados desde hace años, y como ocurre en Estados Unidos, si crece el consumo, es gracias al endeudamiento continuo de las familias.

La única excepción dentro de ese panorama tan poco alentador es Londres gracias precisamente a la importancia de su sector servicios y a la continua revalorización del inmobiliario.

En el transcurso de su campaña, May se ha limitado a hacer promesas más bien vagas para intentar contentar a todos, lo mismo al electorado tory tradicional que a la clase trabajadora y a los ultranacionalistas del UKIP.

Y cuando ha concretado algo, por ejemplo cuando propuso que las familias pagasen los cuidados por demencia senil de sus mayores tirando de su patrimonio, tuvo que dar marcha atrás ante la negativa reacción popular.

Ahora, la misma May que ocupó la cartera del Interior no ha dudado en aprovechar los últimos atentados en el país para denunciar la excesiva tolerancia con el extremismo y prometer un endurecimiento de las medidas antiterroristas como si ella no tuviera algo que ver con el actual estado de cosas.

Lástima que la líder tory tenga enfrente a un político como Corbyn, sin duda mucho más honesto y consecuente en las medidas que propone como la renacionalización de los ferrocarriles y correos y la defensa de la sanidad y la educación públicas, pero a quien muchos consideran de ideas trasnochadas e incapaz de unir tras de sí a todo el partido.

Ambos políticos, tan diferentes, parecen sentir nostalgia de una sociedad que fue y ya no es: la de Theresa May es la Inglaterra de la caza del zorro y la revista "Country Life"; el mundo de Corbyn es el de una clase trabajadora sencilla y solidaria como la que retrata Ken Loach en sus películas.

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