Decías, David, que la única provocación que te interesaba era ser capaz de provocar emociones, y lo hiciste, hasta el final. Pasamos de verte en tus fotos de ascensor marcando torso en Instagram a enterarnos de que algo grave estaba pasando.

Habían empezado a dolerte las piernas en Navidad, calambres extraños, y eso que dicen que el cáncer nunca duele. Empezaron a sonar los titulares de que te habían operado de algo serio y, para qué engañarnos, pensamos en ello. El maldito cáncer.

Pero el día que te vimos en portada, atractivo, con mirada seductora y desafiante contándonos que sí, que tenías tres tumores cerebrales, uno de ellos inoperable, pero que ibas a por todas, como tu Bimba, quien entonces aún estaba en las mismas que tú, suspiramos, se nos encogió el alma y nos entró el miedo ante lo que parecía estar llegando.

Porque el cáncer nos da miedo también y más cuando te llegó como a tí. Porque nos lo mostraste tal cual como hizo ella, Bimba, dejándonos claro que en esta enfermedad hay grados, y que tus tumores estaban en el estadío tres? de cuatro.

David, nos enseñaste una cicatriz que parecía puro arte, que te quedaba bien, quizás porque fue fotografiada por alguien que te miraba con amor y que supo cuidarte hasta el final, si es que lo hay. El autor era tu querido Pablo Sáez. Se veía que, a lo mejor, el amor solo pervive a través el arte. Me impactó el vídeo que colgó tu amor el pasado domingo en las redes sociales. "Ñoñerías de domingo", lo titulaba. Él te acariciaba la mano. Tú no podías ni moverla. Te has ido, David, pero emocionándonos hasta el final.