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Ceferino de Blas.

Nombres pendientes

Todas las ciudades tienen cuentas pendientes. Con la historia, con la gente. Vigo no es la excepción. Aunque inscribe en el escudo la leyenda de "siempre benéfica", ganada a pulso, acumula deudas con personajes que la han prestigiado, pero ha dejado sumir en el olvido sin reconocimiento. Son los nombres pendientes.

Los libros de historia locales suelen rematar con un capítulo dedicado a sus hijos ilustres. Ocurre con las de Vigo. Desde la primera, publicada en 1840 por Nicolás Taboada Leal, con el título de "Descripción topográfica e histórica de la ciudad de Vigo" a "Tierra de Fragoso", del cronista oficial José Espinosa.

Quiere decirse que los personajes ilustres forman parte inexcusable del devenir de ciudades y territorios, porque son los que contribuyen a engrandecerlos.

El modo tradicional de recompensa es dedicarles una calle. Por eso, el repaso del nomenclátor de las poblaciones es sin duda la mejor manera de saber quiénes fueron, en cada época, las personalidades descollantes.

En Vigo, un repaso del callejero conduce a preguntarse por los nombres de sus protagonistas. Por ejemplo, ¿quiénes son Vázquez Varela, Velázquez Moreno, Joaquín Yáñez o Vesteiro Torres?

La mejor prueba de que alguien conoce su ciudad es que sepa responder a las preguntas que le formule un forastero, durante un paseo por sus calles, sobre los nombres de los personajes que las rotulan. Debía incluirse como asignatura en las escuelas.

Es cierto que en el caso de Vigo abundan los nombres foráneos, lo que demuestra la generosidad que resalta en el escudo. Gentes que, sin ser nativas, han sido adoptadas, se han integrado y trabajado por la ciudad.

Hay calles dedicadas a vigueses ilustres que han descollado universalmente, como Méndez Núñez, o alcanzaron relevancia nacional, como Luís Taboada. También a quienes siempre vivieron en ella, médicos, arquitectos, artistas, que por su esfuerzo e inteligencia merecieron el reconocimiento municipal.

Conviene advertir que no abundan los vigueses nativos, con relevancia intelectual, del siglo XIX. Entonces Vigo era una ciudad de demografía limitada.

Por eso sorprende aún más que algunos de ellos no hayan merecido atención y permanezcan en la oscuridad.

El arquitecto Jaime Gallego, el gran historiador de la arquitectura y el urbanismo de la ciudad - un lujo intelectual que ya quisieran otras urbes-, autor de best sellers locales, como "El origen de Vigo" y "La ciudad que se perdió", y de otros libros que completan el espectro narrativo sobre la materia, ha exhumado a uno de esos nombres: Manuel Fernández Soler (Vigo, 1839-1909).

Ya se ocupaba de él en el primer "Glaucopis", título del boletín del Instituto de Estudios Vigueses, publicado en 1995, por ser el "autor del primer Plan General de Vigo".

A más de de dos décadas de aquella inicial aproximación biográfica, Jaime Garrido, que conoce palmo a palmo, piedra a piedra, y calle a calle esta ciudad y a quienes las trazaron, ha vuelto sobre Fernández Soler, al que califica de "luchador incansable por el progreso de su ciudad natal".

Su más íntimo deseo es que el Ayuntamiento de Vigo restaure su figura, corrija el olvido en que ha caído durante más de una centuria y le dedique una plaza o calle.

No es la única omisión. Hay otros dos nombres que merecen también ese recordatorio: los primos Pereira, José María Posada Pereira y José Carvajal Pereira.

Posada, de la generación del Rexurdimento, es el primer vigués al que se incluye en la "Biblioteca Gallega", con una antología de poemas, y el único periodista coetáneo que escribió una recensión de "Cantares Gallegos", libro germinal y origen del Día das Letras. Amigo de Rosalía, le cabe el mérito de haber puesto el nombre a Faro de Vigo.

El segundo olvido es el de su primo, José Carvajal Pereira, que es el primer director del decano de la prensa española. Fue alcalde de la ciudad y cuando murió era diputado provincial. Pero por lo que debería recordársele principalmente es por ser el autor del primer relato periodístico de la Reconquista, y quien le imprimió el tono épico y heroico, que los escritos anteriores no recogían, y que se asumirá como verdad oficial en el futuro. Es a partir de su relato de 1854 cuando la efeméride de la Reconquista empieza a ser considerada como una epopeya.

Son nombres de vigueses que, por los descritos y otros méritos, merecen formar parte del nomenclátor de Vigo, y que se echan en falta. Como queda expuesto, no abundaban en la ciudad, en el XIX, los vigueses ilustrados.

Quedan personajes olvidados, de los que habrá que ocuparse en el futuro, pero los citados reúnen todos los merecimientos para figurar entre los elegidos. La ciudad ha contraído compromisos con su memoria.

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