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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Las farmacias

A la espera de que la cosa se ponga en marcha -que no sería la primera vez que un anuncio de intenciones se queda en nada-, hay que saludar, al menos en opinión personal de quien firma, la decisión de la Xunta para permitir la apertura de unas cuarenta nuevas farmacias. Lo que no se alaba en absoluto para molestar al gremio sino para celebrar el principio del fin -porque así cabe esperarlo- de una situación que tenía extraña justificación en un sistema presidido por el principio de libertad de mercado.

Y es que durante muchos años se consagraron privilegios y se amparaban grandes negocios no sólo explicables por la situación de ese "mercado". Algo que niegan sus colegios profesionales, pero no se precisa un ingenio especial para criticar un sistema que restringe la apertura de boticas a partir de criterios de proximidad o de índices de población a la que atender. Y así ocurre que mientras pueden existir clínicas o consultas una al lado de otra, las aperturas de farmacias están restringidas o condicionadas.

Es verdad que desde hace unos años el negocio fue a menos, en gran parte por la actitud de los laboratorios y los impagos de las administraciones, que llevaron a muchos establecimientos al borde de la ruina mientras la normativa vigente impide no sólo una renovación del sector que está inerme ante el lobby farmacéutico o los abusos administrativos. Pero la solución no pasa por mantener el modelo, y menos aún por no racionalizarlo en función de las necesidades de los consumidores.

La exclusión de las boticas de la libertad de mercado -mientras que en otros países se permite despachar fármacos concretos incluso en supermercados, bajo el debido control- ha perjudicado a la mayoría. Por no decir que cerró el paso a la ubicación adecuada de los nuevos profesionales que careciesen de establecimiento familiar. Y fomentó espectaculares operaciones de compraventa o traspaso, tanto más altas cuanto más tradición o mejor ubicación tenían los despachos.

Todo ello, siempre desde la opinión personal, puede y debe cambiarse no sólo para bien del sector sino sobre todo de los pacientes. Y en ese sentido la decisión de la Xunta de abrir una ventana, de momento pequeña, para contemplar otra cosa merece el apoyo de todos, empezando por el del propio sector; a no ser que se empeñe, éste, en que la miopía es más cómoda que la perspectiva amplia. Y por eso se alienta, con toda modestia, al Gobierno para que amplíe la senda por la que circula ahora.

¿O no??

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