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Medio siglo de Sergeant Pepper

La eclosión cultural y social que provocaron los Beatles con su nuevo LP, el primero de junio de 1967, solo puede entenderse en el contexto precedente.

En agosto del año anterior se había publicado otro logro: el extraordinario "Revólver", en coincidencia con la que sería su última gira americana. Un infausto tour repleto de amenazas del Ku Klux Klan, manifestaciones ultrarreligiosas y quemas de discos.

Todos, salvo McCartney, estaban decididos a cortar con aquel circo sin sentido. Y fue así como el 29 de agosto, en San Francisco, se produjo la última actuación "de pago" de los Beatles. Sin planes en el horizonte, se encerraron en Abbey Road, pero esta vez fue distinto. El prestigio del grupo les permitió, noche tras noche, sin límites, consumir valiosas horas de estudio en busca de nuevos horizontes.

Fue McCartney quien decidió entonces plantear el alter ego: un nuevo grupo que sustituiría a unos Beatles ya desgastados por si mismos. Surgió así la idea de que el nuevo disco contuviese una refundación: Los Beatles han muerto? ¡Viva la Banda del Sargento Pepper!

Una nueva identidad para un grupo con orígenes enraizados en lo victoriano, con uniformes militares de colorines chirriantes. Un mundo de circos, de funciones benéficas y de teatrillos pasados de moda.

Las nuevas jornadas de grabación, maratonianas, suponían un extra de producción, de capas de sonidos, de efectos añadidos que hasta entonces solo se habían atisbado en pocas de sus grabaciones anteriores.

Así, arropadas por aquellas nuevos hábitos de trabajo en el estudio, se fueron grabando joyas como "Strawberry fields forever" o "Penny Lane", destinadas a formar parte de aquella nueva obra evocadora y nostálgica.

Pero finalmente, Epstein, el manager del grupo no pudo resistir más presión de la dirección de EMI, y el 17 de febrero de 1967, tras más de seis meses de silencio discográfico se vieron obligados a editar un single que cubriese la brecha, y George Martin, el productor, tuvo que inmolar las dos joyas citadas que quedaron excluidas del proyecto Pepper. Un grave error reconocido más tarde por el propio Martin.

El concepto de la obra se hallaba ahora en un punto en el que se planeaba recoger un concierto "en vivo", que se iniciaría con un relato de los orígenes de la banda ilusoria, con fanfarria incluida.

McCartney, el cerebro del proyecto conceptual, comprendió que el envoltorio del disco tenía que ser algo especial, y logró convencer a EMI para que se rascaran el bolsillo con una carpeta digna del nuevo proyecto.

La ejecución material se le planteó a un gran artista del momento: Peter Blake, que debía plasmar en la portada una reunión al completo de la banda, en torno a un gran bombo, junto con sus "corazones solitarios" y ante un jardín con parterre decorado con flores, palmeras y estatuaria.

Cada beatle, salvo Ringo, propuso una serie de personajes favoritos que pudieran ser seguidores de la nueva banda: Allan Poe, Aldous Huxley, Karl Marx, Marilyn Monroe?. (Algunos de los seleccionados serían finalmente eliminados por obvia prudencia: Hitler y Gandhi).

Pero el envoltorio contendría más cosas: un recortable con el bigote característico del sargento, los galones, un badge, y por primera vez, las letras de todas las canciones impresas en la contraportada.

Finalmente se montó el tenderete en un estudio fotográfico de Chelsea, con los Beatles luciendo nueva imagen: bigotes, uniformes multicolores y Lennon con las gafas redondas de la seguridad social. Y también estaban, obviamente, las figuras en cera de los Beatles "antiguos", prestadas por el museo Tussaud, y muchos más cachibaches, con un busto del propio sargento.

Una imagen colorista y multitudinaria que se convertiría muy pronto en la portada más imitada, estudiada y reinterpretada del universo Pop: Blake había dado en el clavo.

Y es que, además, el significado de la reunión de aquel grupo variopinto tampoco estaba clara? ¿Por qué las caras de los nuevos Beatles estaban tan tristes?

Y pronto surgió la explicación: Aquello era en realidad una ceremonia fúneraria en un jardín, y en uno de los parterres el nombre del fallecido: "Paul".

La leyenda de la muerte de McCartney y su sustitución por un doble superdotado estaba ya servida por los siglos de los siglos.

Y así llegó el jueves, primero de junio de 1967, cuando primero las tiendas británicas, y al dia siguiente las norteamericanas, iniciaron las ventas multimillonarias de la cubierta hipnótica que contenía un universo musical, hasta el momento mantenido en total secreto de cara a las emisoras.

Como la portada, era un collage multicolor y ecléctico que arrancaba con la potente presentación "en directo"de la banda y su fanfarria de viento, y después de su cantante, Billy Shears, con la inolvidable "With a little help from my friends", y luego el toque lisérgico: "Lucy in the Sky with Diamonds" (LSD).

McCartney aportaba después imágenes evocadoras entre las que destacaba la historia, tomada de la prensa diaria, de una adolescente que abandonaba su hogar para huir con un vendedor de coches y presunto abortista. Para cerrar la primera cara, el mundillo circense de Mr. Kite, con los Henderson, Pablo Fanques y el caballo Henry bailando el vals?

La cara B se iniciaba con un a salmodia hindú de un Harrison ya volcado en la búsqueda de la luz y que terminaba con unas carcajadas, riéndose de sí mismo. Luego volvía McCartney con sus retratos coloristas: ¿Qué será de mi cuando tenga sesenta y cuatro?? Y la encantadora Rita con su uniforme a lo militar (a Paul claramente "le ponía" el rollo milico).

Finalmente, la banda se despedia de su público con sonido "en directo", pero cuando parecía que todo había terminado, de un fundido, surgía la obra maestra: "A day in the life", otro collage, un mini LP dentro del gran LP: John leía el periódico y recitaba las noticias de un accidente con un muerto con el cerebro destrozado (¿Paul?) de una película que contaba cómo el ejército inglés había ganado la guerra a Hitler, y de baches que inundaban Blackburn, suficientes para llenar llenar el Albert Hall. Todo ello en medio de turbulentos crescendos de orquesta sinfónica, y en medio, McCartney contando qué se fumaba en la planta de arriba de un autobús.

Pepper terminaba con un larguísmo acorde de varios teclados reverberando en simultáneo: el acorde del fin del mundo (¿o de la vida de Pâul?).

Algunos dicen ahora (esto va por modas) que las canciones de Revolver o de Rubber Soul son mejores, pero la influencia global de Pepper no admite comparación.

Un antes y un después, y eso pasó justo "fifty years ago today?"

*Miembro fundador el Instituto de Estudios Vigueses

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