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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Simplezas al amparo de Jardiel Poncela

Como colaborador de este diario desde hace años he asumido la responsabilidad de llevar a estos sueltos lo que sé, lo que leo y lo que pienso sobre "personas, casos y cosas de ayer y de hoy". Y lo he llevado a cabo con entera libertad y sin otra cortapisa que mi respeto a los demás, incluso cuando no lo merecen. Acepto, como ya les había confesado con anterioridad, que escribir para el público y de cualquier tema es una osadía y lo es aún más si se considera que escribo en un prestigiado medio donde lo hacen los más cualificados especialistas. Si algo me autoriza a tal intrepidez, por no decir frescura, es mi ya larga experiencia, acumulada a lo largo de 75 años de vida y 52 años de profesión pediátrica. Tan prolongada expectativa me da una perspectiva serena y amplia de lo que es perdurable y lo que es efímero. Además he de añadir a mi confesión que soy enteramente culpable de lo que escribo y de lo que no escribo. De lo que escribo porque elijo libremente mis lecturas y mis pensamientos. De lo que no escribo porque de forma soberana me autocensuro y no llevo al papel aquello que exige la prudencia, las buenas maneras y mis propios miedos, tal como exponía sin reservas en mi último artículo ( "Sin miedo". Faro de Vigo, 21.05.2017).

Con cierta periodicidad me valgo de las oraciones breves cómo recurso literario en las que expreso de manera concisa el fruto de lo que observo e interpreto, de lo que leo o de lo que está almacenado en mi registro subconsciente. Estas oraciones concisas, de diferentes características y con peculiaridades retóricas distintas reciben distintos nombres: aforismo, metáfora, axioma, greguería? Yo he querido llamarles simplezas, que otra vez repito son mezcla inconsciente de lo original y lo apócrifo y están a medio camino entre la metáfora y la greguería. Hoy quiero añadirles ciertas confesiones, ya advertidas por algún leal lector, a modo de aclaración. Una buena parte de estas simplezas significan lo contrario de lo que parecen expresar en una primera lectura, otras tienen destinatario concreto, algunas llevan implicado aquello que no considero conveniente decir de forma explícita y directa. Por lo tanto, al leerlas, consideren lo que dice o su contrario o, mejor, aplíquenle la interpretación que tengan a bien. Eso sí, para no molestarse, no se den por aludidos.

Dos han sido mis últimas lecturas, las dos escritas por Enrique Jardiel Poncela (Madrid, 1901-1952): Exceso de equipaje. Biblioteca Nueva, 1943 y Para leer mientras sube el ascensor. Ed. Aguilar, 1949. En ambas he descubierto que cultivaba la oración breve, en forma de "aforismos", "definiciones", "frases mal conocidas", "sugerencias", "ultraísmos", "respuestas en preguntas", "preguntas sin respuesta"? Todas ellas, "llenas de agudeza, de intención de gracia y con frecuencia de honda filosofía" ( José Ruiz Castillo, editor, 1943). Jardiel fue uno de los más grandes humoristas españoles del siglo XX, si bien rompió con el humor tradicional imperante y hasta con la tristeza de la dictadura gobernante. Dominó la ironía, el equívoco y el contraste de estilos. Influyó en la modalidad y género de muchos de sus contemporáneos, lo que reconocieron sin ambages. Fuertemente influenciado por Jardiel, con gran distancia en mi propio detrimento, les escribo mis simplezas de hoy.

Si buscas compañía una forma de atraerla es convertirte en hombre solitario.

Para sonreír basta con darle la espalda al mundo espantable.

Heroísmo sin fe es un asado sin sal, o aún más, es desesperación.

Un secreto entre tres está bien guardado cuando dos de ellos han muerto.

Los conservadores son los arqueólogos de la política.

Solo el convencimiento previo de lograr algo asegura el éxito de conseguirlo.

Los que no se quitan el sombrero ni por respeto, con seguridad, albergan poco debajo del chambergo.

Cuando alguien se ríe por todo o es bobo o quiere mostrar el último arreglo de su dentadura.

Cada vez hay más políticos hoscos y malencarados. No acierto a saber si se les otorga el voto por miedo o por piedad, a la búsqueda de su beneplácito o de su sonrisa.

Advertencia a enamorados: no hay nada más cambiante que una gran pasión. Y es que es un aburrimiento aunque parezca lo contrario.

El único dulzor que no engorda ni produce diabetes es la dulzura del amor.

Si queremos evitar gran parte del tiempo que se pierde hablando, suprimid la política.

No hay nada más triste que un hombre sin gracia, ni más alegre que un buen cómico en su papel.

No hay mayor tracción que la de los cuentos idiotas, los amantes tontos y los cantos de borrachos. Unos enganchan a otros.

Nunca se sabe si una bella mujer nos da la espalda por desprecio o lucimiento.

Conozco dos situaciones inevitables: la vida y la muerte.

No hay mejor truco para que te saquen a hombros que morirte.

No confundir actividad con ajetreo: la actividad produce sosiego y ganancias; el ajetreo desorden y pérdidas.

Casi siempre cuando decimos que no hacemos algo por falta de tiempo, lo que nos falta es capacidad y/o ganas de hacerlo.

Frente a los deberes de la vida, los propios nos parecen dudosos y los ajenos insoslayables.

No hay mayor verdad que la conversión religiosa ni mayor mentira que la conversión política.

Resulta imperativo el ser mal pensado en dos profesiones: abogacía y medicina.

Lo más agradable del encuentro con un pelma es la despedida.

La desesperanza es el fruto de la desconfianza en los demás y en uno mismo.

La muerte no nos separa de nuestros seres queridos porque quedamos inmortalizados en su recuerdo.

Amar y ser amado es vida completa.

¿Para qué quieres que te quieran si tú no quieres? Amar y ser amado es un ejercicio continuo de reciprocidad, entrega y renuncia mutua sin esperar nada a cambio.

Los crecepelos son la esperanza frustrada de los calvos.

La luna es la ladrona permanente de la energía solar.

La mejor forma de vengarse es el olvido.

No importa que nos olviden si el camino queda hecho.

El olvido es el mejor tratamiento para la ofensa.

Los recuerdos son la riqueza de los ancianos si saben elegir lo que deben olvidar.

A los que se van a casar hay que advertirles que se proponen enmendar a la naturaleza que los creó solteros.

No te desanimes, llegarás a donde te propongas, no tienes más que ver quiénes son los presidentes de muchos países de la tierra.

Los nacionalismos pasarían a imperialismos simplemente otorgándole la titularidad y la capital del estado. Propuesta de consenso: nombre y capital del estado rotatorias.

Es pregunta frecuente si se debe contrariar a un niño zurdo. La respuesta es no, salvo si a va a ser como ciertos políticos de izquierdas, cuya dedicación puede conllevar ser ambidiestro.

Yo creeré en el hombre invisible cuando lo vea.

Cuando uno se muere, se celebra el día de los elogios. Una vez que te entierran comienzan los días de los pleitos.

Para que veas que no hay diferencias entre blancos y negros, observa la sombra de ambos. Y si ni esto te convence ponte al sol para ver si se secan tus mezquinos pensamientos.

¡Qué paradoja y qué realidad! La excepción al aplicar una ley la hace más justa.

Es un regate injusto que una sola falta o equivocación, borre cien méritos o aciertos.

Hace más daño la incertidumbre que la realidad hostil.

Lo verdaderamente malo no es que los niños imiten a los mayores sino que lo sigan haciendo cuando llegan a la edad adulta.

La "ecuación de los gases perfectos" no es aplicable a las ventosidades.

Una mentira usual: Mi marido sentirá muchísimo no haber estado durante su visita.

Una verdad no perdurable: mi más sentido pésame. Tal alcance solo se extenderá hasta la muerte del próximo familiar o conocido del que lo expresa.

Una afirmación no expresada: Enhorabuena por su nuevo hijo, tiene los mismos rasgos desagradables que su madre.

Uno de los males de la universidad española es que los catedráticos y sus lecciones son vitalicios.

Una aserción incuestionable: no creo que me haga caso, le he hecho muchos favores y eso no se perdona nunca.

El primer trasplantado de corazón fue Ricardo Corazón de León.

Algunos son tan malos que los entierran de pie para que no vean el cielo ni de muertos.

Si te pones gafas oscuras evitarás la muerte por "mal de ojo" pero te morirás de un baquetazo.

Quien más sabe de lo que nos traemos entre manos es quien nos hace la manicura.

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