Los ecologistas comprobaron que el agua del Umia está demasiado caliente y eso es un síntoma inequívoco de que podría estar enfermo. Es como si tuviera fiebre y, ojalá, sea pasajera, un simple resfriado sin más consecuencias. El dato es preocupante en el sentido de que también se ha notado algo parecido en otros ríos de Galicia. Cierto que la meteorología de este año ha sido excepcional y que todavía nadie puede atribuírselo al cambio climático pero conviene estar atentos y tomar medidas preventivas cuanto antes.

El problema está en que la señal de alerta no la da la Administración sino que, como siempre, les ha saltado a los ecologistas que son los que desde hace más de una década acuden de forma periódica a comprobar el estado de los ríos, para evitar, en la medida de sus posibilidades, que se deterioren más.

Xunta y Ayuntamientos deberían hacerles un poco más de caso. Los ecologistas saben de lo que hablan. Están bien asesorados aunque dispongan de muy pocos medios para hacer un estudio más pormenorizado sobre especies invasoras, presencia de nitratos, metales pesados o simplemente para programar una reforestación de las riberas.

No se puede dejar que la enfermedad del Umia se cronifique porque, básicamente, O Salnés bebe su agua. Hay que acudirle de forma inmediata y proteger el principal recurso hídrico del que se nutre una comarca de más de cien mil habitantes.

Las administraciones no pueden dejar pasar un día más sin comprobar qué le pasa al río. Tres grados más de temperatura es un signo inequívoco de que no está bien y que en cualquier momento puede colapsar por falta de oxígeno.

Cuando mueran los anfibios, los reptiles, los peces, los macroinvertebrados, se sequen las raíces de los árboles, se destruya en suma el paisaje, ya no habrá solución.

Seguro que detrás hay problemas de contaminación, de químicos de los cultivos, de vertidos de las fábricas, de residuos urbanos que están alterando los principales parámetros de un agua que debería ser sana y fuente de vida para la población.

Dejar pasar solo conlleva que el Umia se convierta en una pútrida cloaca. Sería la muerte de la comarca.