A Teruca Conde-Pumpido, con afectuosa discrepancia

En plena sala de audiencia y en el curso de la celebración de un juicio, la abogada solicitó, con todo desparpajo, que declarase la "testiga". Nunca había visto -o mejor dicho, oído- que en el afán por feminizar el lenguaje se hubiese llegado a tan forzada pirueta terminológica. Todo llega, y ha sido, al final, por boca de una "miembra" de la abogacía viguesa.

Es cierto que el lenguaje debe traslucir la realidad social y que, por ello, es bueno evitar que las palabras tengan sesgo alguno excluyente; en definitiva, y en lo que ahora nos importa, que el lenguaje exprese y refleje la presencia que la mujer tiene hoy en ámbitos profesionales que en otro tiempo eran habitados exclusivamente por el varón. Pero supongo que en todo esto se puede poner algo de orden y concierto, ponderando límites y razonabilidad a fin de conciliar gramática y visibilidad femenina en el lenguaje. Todo antes que retorcer el gaznate de la gramática para que lo femenino se revele a toda costa aunque sea recurriendo a construcciones artificiosas o palabros innecesarios o travestidos. No creo que debamos llegar al punto de exterminar la categoría de los sustantivos comunes en cuanto al género, es decir, aquellos que tienen una sola forma para ambos géneros gramaticales y designan tanto al hombre como a la mujer. Estos sustantivos son, por naturaleza, inclusivos. Luego, el género que corresponda a cada caso, según el sexo del referente, se marca con los determinantes y adjetivos de variación genérica sin alterar el sustantivo. Entre los ejemplos está, precisamente, el vocablo "testigo"; decimos "el testigo" si quien declara es hombre, y "la testigo", si es mujer. Pero a este ejemplo podemos sumar muchos otros: periodista, pediatra, psiquiatra, militar, policía, piloto, modelo, conserje, demandante, comerciante, capataz, portavoz, detective? Sin alteración del morfema, decimos el pianista o la pianista, el pediatra o la pediatra, el demandante o la demandante, etc.

Hace algún tiempo escribí en este mismo diario un artículo sobre la utilización de los sustantivos juez y jueza. Aunque la RAE haya admitido la denominación "jueza" para designar a la mujer que ejerce la función de juzgar, no creo que por ello el término "juez" haya perdido su condición de sustantivo común en cuanto al género, que, como tal, sigue comprendiendo a hombres y mujeres, por lo que estamos ante un vocablo que es integrador y no excluyente, tanto gramaticalmente como en el entendimiento popular. Si hablo de los jueces gallegos, hoy nadie piensa que me estoy limitando a solo los varones, pues es sabido que es profesión compartida por hombres y mujeres. Y si he de referirme a alguien concreto, diré entonces "el juez" o "la juez", según corresponda, sin perjuicio de que pueda optar también por la forma "jueza".

Algunos lingüistas tienen por vulgar el término "jueza" (García Yebra) o de fea catadura (Lázaro Carreter) o entienden que "juez" es término más propio del lenguaje oficial, en tanto que la expresión "jueza" se aviene mejor con un uso no formal (Manuel Seco). Pero, dado que la segunda forma está admitida, no en su significado antiguo (mujer del juez), sino como "persona que tiene autoridad y potestad para juzgar y sentenciar", cada cual es libre de utilizar el término que se acomode a sus preferencias o propósitos, sean estos estéticos o reivindicativos. Pero aquel sentido integrador que gramaticalmente corresponde al vocablo "juez" tiene especial relevancia cuando hemos de usar el plural. Creo que ahí su vigencia como sustantivo común en cuanto al género adquiere mayor utilidad y sentido. Repudiar o evitar en este caso la utilización del sustantivo "jueces" como único para abarcar al colectivo judicial, a pretexto de que suena a masculino, y acudir, por esa razón, al inelegante desdoblamiento de "jueces y juezas" -o "juezas y jueces"-, me parece innecesario, excesivo y contrario a la economía que es regla de oro en el lenguaje. Sustitúyase, en su caso, por el término "judicatura" ("la judicatura gallega piensa que?").

Luego, en la práctica, quienes gustan de usar esa artificiosa duplicación no tienen inconveniente en mantener el masculino para el participio adjetival: "Los jueces y juezas gallegos estamos preocupados por la sobrecarga de trabajo". Ese plural masculino para la concordancia se ajusta a los cánones de la gramática, pero ahí claudica la idea de dar presencia a la mujer. No he visto que se reivindique para estos casos aquel participio en femenino -"jueces y juezas preocupadas"-. Y si, con el mismo designio de feminizar, lo que se pretende es repetir el desdoblamiento -"estamos preocupados y preocupadas"- para concordar así con el sujeto desdoblado, ni que decir tiene que el resultado será un modo de hablar iterativo y antieconómico, difícilmente soportable.