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Ceferino de Blas.

De la profesión

No hay tema que más guste a la gente que hablar de su vida profesional

No hay tema que más guste a la gente que hablar de su vida profesional y, por contra, que más disguste a los que no pertenecen a ese ámbito. Escuchar tal conversación monotemática puede resultar muy cargante para familiares, amigos o interlocutores circunstanciales. Pero los asuntos del trabajo, complazcan o molesten a los propios actores, son parte ineludible de la vida cotidiana. Y eje de las conversaciones, en casa, en el bar y hasta en las veladas que se prometen agradables.

Basta una observación superficial para percibir que cuando se reúnen los compañeros de trabajo, incluso cuando se proponen no hablar de las cuestiones del tajo, acaban haciéndolo. A la postre, en muchas ocasiones, es lo que les une e impide que se acabe la conversación.

Sin que sirva de precedente, el tema de la profesión viene al caso para matizar aspectos del precedente artículo sobre el premio de periodismo José Luís Alvite, que suscitó dudas a algunos compañeros.

En concreto por dos cuestiones que atañen al Colegio Profesional de Periodistas de Galicia: la relación con los no titulados y el premio José Couso.

Se comentaba que el Colegio admitía a personas no tituladas, cuando los Colegios están para proteger a la profesión del intrusismo. La aclaración llegó de portavoces cualificados que aducen un argumento irrefutable: los Estatutos. El artículo 6º especifica como requisito para el ingreso estar en posesión del título de periodismo o titulaciones académicas compatibles. Y el Colegio cumple escrupulosamente la prescripción estatutaria de inscribir solo a titulados. No hay intrusos.

El segundo supuesto, referido al premio José Couso, merece una aclaración para evitar interpretaciones equívocas. Donde se decía que el premio JL Alvite era el más periodístico de cuantos galardones llevan el nombre de un periodista, no desmerecía a ningún otro premio. Pretendía resaltar que los titulares son más conocidos por otros méritos que como periodistas. Es el caso de los premios Miguel Delibes o Julio Camba, grandes literatos, o José Couso, más recordado por su trágica muerte en acto de servicio que como reportero gráfico.

Pero no significa que los galardonados no sean grandes periodistas. Lo es José Hermida, que fue el último premiado con el José Couso. A nadie de la profesión que viva en esta tierra se le ocurriría objetarle lo más mínimo. Hermida es, sencillamente, uno de los mejores.

Lo es ahora desde Brasil, y lo fue tiempo atrás cuando destapó el tarro de las esencias -el mensaje es el medio-, en que lo mismo firmaba una soberbia crónica del Depor, durante la etapa de ensueño del equipo coruñés, que lograba interesar al lector con un reportaje político.¡Que ya es decir! Su brillantez literaria iba a la par del análisis preciso.

Para enterarse de lo que ocurría en Galicia, una de las firmas de garantía fue, durante años, (Vázquez) Hermida. Dicho sea por aclarar.

Sobre la profesión periodística -siempre en cuestión-, bueno es recordar que las gentes de este periódico anduvieron, desde el primer momento, implicadas en los asuntos profesionales. Participaron, en 1909, en la fundación de la Asociación de la Prensa -en su caso de Vigo-, primer órgano corporativo de los periodistas españoles.

Desde los años veinte, y la República, personajes tan cualificados como Avelino Rodríguez Elías y, en especial, Manuel Lustres Rivas, comandaron la iniciativa de conseguir la jubilación de los periodistas, cuando no existía la Seguridad Social. Desde Vigo lograron que se llevase la propuesta al Congreso y consiguieron que apoyasen la iniciativa los colectivos profesionales de todo el país.

Lustres Rivas -el mártir del periodismo vigués-, emprendió, desde estas páginas, aquella campaña al frente de la Asociación Profesional de Periodistas de Vigo, que presidía desde su constitución en 1927, y meses antes del golpe de estado del 36, como presidente de la Asociación de la Prensa.

Colectivos profesionales diferentes de periodistas siempre existieron. En Galicia, en estos momentos, conviven tres, pero tal vez sea lo mejor porque posibilitan la pluralidad.

Lo trascendente es que siga existiendo el periodismo profesional, como garantía de responsabilidad, calidad y fiabilidad, frente al frenesí digital de los no profesionales a quienes mueve todo menos la ética.

Aunque los nuevos adalides de la posverdad acusen de corporativismo a quienes defienden la profesión frente al intrusismo espurio, sólo con los profesionales se procura una sociedad más crítica, sana y democrática.

Dejar la información en manos de aficionados es como si la sociedad cayese en poder de chamanes que sustituyan a los médicos.

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