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tRIBUNA LIBRE

Carta sobre la Virgen de Fátima

1917-2017. Entre estas dos fechas hay una distancia de cien años ¡Un siglo! En este mes en el que la mirada de nuestro corazón se dirige a Santa María quisiera que nos hiciésemos eco de las celebraciones que van a tener lugar en la nación hermana y vecina de Portugal, con la que mantenemos lazos cordiales ya que nuestra Diócesis limita con las Iglesias de Braganza-Miranda, Villareal y Viana do Castelo. Cualquier acontecimiento que afecta a estas comunidades cristianas tiene buena acogida en la nuestra; y mucho más en este caso en el que se celebra el primer siglo de las apariciones de Fátima y con tal motivo el Santo Padre Francisco se acercará a la capelinha de las apariciones. Desde aquí queremos unirnos a esta peregrinación del papa a este santuario.

Fátima es un misterio del amor misericordioso de Dios que a través de María ha querido que la Eucaristía, que es el signo más elocuente del Amor de Dios por toda la humanidad, ocupase el centro de la espiritualidad de su mensaje al mundo. Este mensaje se puede sintetizar en dos realidades: La adoración eucarística y la comunión reparadora de los primeros sábados. Estas son las dos caras de la única realidad que queda sintetizada en una palabra: Fátima.

Es bueno recordar cómo en la tercera de las apariciones del Ángel a los pastorcillos, después de que ellos hubiesen finalizado el rezo de la oración a la Santísima Trinidad, recibieron la Comunión de manos del Ángel que les dijo aquellas misteriosas palabras: Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, vilmente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios. La Hna. Lucia, la única vidente que sobrevivió muchos años a aquellos acontecimientos, interpretó aquellas palabras como la realidad a través de la cual aquellos pastorcillos, que eran unos niños, fueron convidados por el mismo Dios para vivir una participación eucarística total; es decir, no solo se les invitaba a que participaran de la comunión del Cuerpo y de la Sangre del Señor, sino también de los deseos del corazón misericordioso del mismo Dios que les llamaba a convertir toda su existencia en una vida de reparación por los pecados de la humanidad.

Eso mismo les pedirá más tarde Nuestra Señora, cuando les dijo: ¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quiera enviaros, en acto de reparación por los pecados con que el mismo Dios es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores? A esta propuesta de la Virgen, aquellos niños respondieron: Sí queremos. Actualmente esta propuesta y esta situación son "políticamente incorrectas". ¡Quién se atrevería a invitar y proponer a nuestros niños un mensaje semejante! ¡Seguro que seríamos denunciados!; sin embargo, la realidad ha sido así, tal como lo hemos podido comprobar por la historia reciente. Presentar el mensaje de Fátima desde otras perspectivas es truncar su sentido original. De hecho, años más tarde, cuando la Hna. Lucia recordaba aquel ofrecimiento, afirmaba: La señora acogió esta respuesta como una primicia de su Mensaje, y con un gesto de maternal protección envolviéndonos en la inmensa luz de Dios respondió: Vais a tener que sufrir mucho, pero la gracia de Dios estará con vosotros y os confortará. Es decir, la Virgen María les habló del auténtico sentido de la vida eucarística que es una acción pascual -pasión, muerte y resurrección-, que se vive convirtiendo nuestra existencia en un don de nosotros mismos para Dios y por los otros.

La verdadera devoción Mariana, si es auténtica, nos recuerda algo fundamental: oración y reparación; es decir: Eucaristía y Cruz. Si despojamos de estos elementos el mensaje de Fátima corremos el riesgo de enmascarar la auténtica devoción a Nuestra Señora del Rosario de Fátima con una serie de prácticas externas que no tienen ninguna implicación ni en nuestras vidas, ni en de los demás.

Que en este primer centenario de las apariciones de la Virgen de Fátima, contando con el magisterio del papa Francisco y el testimonio de los santos pastorcillos, renovemos la genuina espiritualidad mariana que brota de aquel mensaje que hace un siglo transformó el corazón de muchos creyentes.

(*) Obispo de Ourense

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