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Yo también quiero mi cupo

Quiero ser vasco. Bueno, dejémoslo en que quiero ser como los vascos a la hora de relacionarme con las administraciones públicas. Me explico. No me gusta nada eso de que mi nómina se vea recortada todos los meses con unas retenciones del Impuesto de la Renta que decide el Estado. Tampoco me parece nada bien presentar todos los años una declaración de la renta y que el Gobierno diga cuánto tengo que pagar. Por eso quiero ser como los vascos y negociar de igual a igual mi cupo a pagar con Rajoy, con Montoro o con el funcionario de Hacienda que me toque. Ya veremos qué servicios me dan y cuánto les pago por ellos.

Los vascos (y también los navarros) funcionan de forma diferente al resto de España en estas cosas de los dineros públicos. Son las únicas autonomías que cobran sus impuestos y abonan un cupo al Estado para que el Gobierno central pague las competencias no transferidas como las embajadas o el Ejército.

En un mundo ideal debería ser indiferente que uno recaude y pague al Gobierno central por sus gastos o que sea al revés. Pero la realidad es bien diferente. Los vascos hacen lo mismo que haría yo si me dejasen negociar los impuestos que tengo que pagar: regatear lo más posible, llorar hasta el infinito y solo sacar la cartera cuando la cantidad sea tan baja que provoque envidia en todo el vecindario.

Además los vascos juegan con ventaja. Solo negocian el cupo cuando sus votos son decisivos en el Congreso. Vamos, como ocurre este año. La expertos coinciden en que el País Vasco ya estaba sobrefinanciado porque el cupo era demasiado bajo. Ahora lo estará aún más.

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