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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Las apuestas

Así pues, y escrito con las debidas cautelas, no estaría de más que alguien del Gobierno central atendiese la demanda del presidente de la Xunta y diese a conocer con detalle cuánto, de las arcas públicas, se pagará a aquellos que, sin ser del PP, han posibilitado la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Porque una cosa es segura: gratis no lo han hecho, y permitir que se especule con el precio no hará sino aumentar la sensación de agravio que muchos ciudadanos sienten. Y hay algo peor: que, aquí, el que paga no manda, sino que es rehén del que cobra.

Por eso -y por los precedentes que lo confirman- se reclaman los detalles sobre el precio: porque, de lo contrario, resultaría muy difícil hacer el cálculo de cuánto les toca poner a los ciudadanos que no son vascos ni canarios y no han participado en la compraventa de apoyos. Y lo dicho por el ministro portavoz es casi nada de lo que se le reclamó, aparte de que tampoco explica cómo es posible que el PP consagre por su propio interés de partido el principio de desigualdad que va contra la Constitución, cuya defensa al pie de la letra fue meollo de sus últimas prédicas.

Otro "detalle" que se pasa por alto es la falsedad de que el acuerdo con vascos y canarios evitaría volver a las urnas probablemente tras el verano. Algo que, si se piensa bien, quizá fuere mejor y más democrático que los pactos de tapadillo que vulneran de lleno los programas, y las ideas, por los que se supone que los firmantes obtuvieron sus votos. En el caso del PP, no es una suposición, sino una certeza demostrable, y que otros lo hayan hecho antes, lo que es cierto, no significa ni atenuante ni mucho menos una eximente; si acaso, apenas un consuelo de tontos.

La transparencia que reclama el presidente Feijóo vendría muy bien, seguramente, para determinar -en el caso de Galicia, y sin que eso suponga una queja contra Euskadi- si otra vez "por el interés general" tendrán sus habitantes que renunciar al cumplimiento de compromisos tan reiterados que ya parecen provocación. Y no solo lo del AVE, que hiere, sino asuntos incluidos en lo que casi nadie quiso llamar "deuda histórica", pese a que lo es, como la urgencia de depurar las Rías o permitir un plan eólico que posibilite una política energética seria.

Habría más ejemplos, pero no se trata de mezclar churras con merinas, ni mucho menos -y con perdón- el culo con las témporas. Es cierto que el oficio de la política se parece muchas veces más a una partida de póker en la que se cuela algún que otro tahur, y en la que cuantos se sientan en la mesa olvidan, de vez en cuando, el estricto cumplimiento de las reglas, pero aun así deberían dar ejemplo al posible público espectador. Algo que sería exigible en toda circunstancia, especialmente si, además, los jugadores, en las apuestas, utilizasen dinero que no es suyo.

¿Eh...?

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