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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

La Guerra Fría de Eurovisión

El veto de Ucrania a la cantante designada por Rusia ha traído de vuelta la Guerra Fría a un escenario tan inesperado como el de Eurovisión, festival que este año libra sus combates en Kiev. Como primera represalia, la televisión rusa no transmitirá el certamen; y la organización teme que algunas de las antiguas repúblicas soviéticas se sumen al boicot.

No llegará la sangre al río, naturalmente. El campo de batalla ya no es la estepa, como en tiempos de Napoleón o de las divisiones acorazadas de Stalin que avanzaban sobre Berlín con la ayuda del General Invierno. Ahora es el plató de la tele el lugar donde se disputa la primacía de las naciones, por métodos generalmente incruentos.

Cierto es que la guerra de baja intensidad que mantienen Ucrania y las milicias pro-rusas podría subir de nivel tras el incidente del veto a Yulia Samoylova; pero tampoco parece que el follón vaya a extenderse hasta el punto de preocupar a Trump. Con el corazón partido entre su amigo Putin y los ucranios agredidos, el presidente norteamericano no sabría muy bien a quién atacar, con el grave riesgo de que se liase y acabara por bombardear a las dos partes en conflicto.

Curiosamente, los dos países en guerra -literal y eurovisiva- fueron los ganadores del festival en su edición de 2008. Rusia obtuvo el primer puesto y Ucrania el segundo, en un torneo al que España concurrió en plan de coña con Rodolfo Chikilicuatre.

La afrenta que ahora se inflige a Putin es particularmente significativa, si se tiene en cuenta que este año es el del centenario de la Revolución de Octubre en la ya extinta Unión Soviética. Lo natural sería que el nuevo régimen de Moscú pudiera celebrar la efeméride con un triunfo igualmente histórico sobre el escenario de Eurovisión; pero va a ser que no. Y estas cosas de la tele no se perdonan fácilmente.

Son vientos que llegan del Este. El festival se había ido apagando poco a poco, relegado a horas marginales en la parrilla, hasta que la incorporación de los países del Este reavivó a la agonizante Eurovisión. El que fuera certamen de estética dulcemente hortera que en tiempos del caudillo reunía a las familias frente a la tele, fue tomado al asalto por los soviéticos y sus países satélites desde comienzos de siglo. Estonia, Letonia, Rusia, Serbia, Azerbaiyán y Ucrania son algunos de los países que durante estos últimos quince años han copado el palmarés de Eurovisión.

La inesperada pasión de los viejos soviets por la que hasta entonces era decadente canción occidental obró el milagro de resucitar a un festival que daba sus últimas boqueadas fuera del prime time. Gracias al empuje de los rojos conversos al certamen de Uribarri, Eurovisión ha conocido nuevos días de gloria que ahora se podrían ver comprometidos por la trifulca entre Rusia y Ucrania.

Urge, pues, que la ONU medie en esta pendencia musical antes de que sea tarde. La Historia, severa maestra, enseña que los grandes conflictos empezaron por motivos más bien triviales: el asesinato de un archiduque, una derrota futbolística y fruslerías por el estilo. Que una guerra -en realidad ya existente- cobrase mayor intensidad por culpa del Festival de Eurovisión sería uno de los últimos aportes del hombre a la Historia universal del despropósito. Aunque tendría su gracia escuchar la letanía eurovisiva del "Rusia, ten points, Ucrania, eight points", entre cañonazo y cañonazo.

stylename="070_TXT_inf_01"> anxelvence@gmail.com

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