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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El asalto

Dicen, los expertos, que la Economía va bien, aunque algunos -los más precavidos- añaden que no conviene confiarse y, otros, los escépticos, avisan de que aún queda mucho camino por andar. El caso es que todos, de un modo u otro, al igual que el gobierno, siguen colocando ese capítulo del vivir ciudadano como si fuese el único de importancia. Y la tiene, por supuesto, pero cualquier día de éstos alguien tendrá que explicar la falta de fe en sus pronósticos, y puede que lo haga al modo de aquella exclamación histórica -e histérica- adaptándola: "¡Es la Política, estúpido!".

Porque, dicho con todos los respetos, es la Política -con mayúsculas, y también la otra- la que ocasiona desfases en la sensación y también en la realidad. Cuando muchos analistas insisten en que las cosas mejoran, buena parte de las gentes del común se preguntan cómo y dónde se produce tal evento. Porque hay más empleo, sí, pero los salarios medios permiten muy a duras penas llegar a fin de mes, y los contratos se hacen a tiempo parcial aunque las estadísticas guberrnamentales digan otra cosa, a veces manipulando y otras intiendo con descaro.

Conste que no se trata más que de una opinión personal, aunque probablemente si quienes la contradicen saliesen más a la calle podrían variar de punto de vista. Porque es ahí donde se sufre porque se reparte mal lo que hay, como hasta hace muy poco se concentraban casi todos los sacrificios -y eso, en buena parte, aún sigue siempre en los mismos sectores, allí donde recaudar, inspeccionar y organizar supuestas campañas contra el fraude es lo más fácil. Y es la política -con minúscula- a la que no le tiembla el pulso para amnistiar a los evasores de impuestos y a los blanqueadores de dinero.

Esa realidad, que es la que es, está produciendo que España, y Galicia, se conviertan cada vez más en un objetivo fácil para el asalto de las multinacionales -el último ejemplo, "Lear"- a las empresas que aquí funcionan bien e incluso a las que, con porvenir, atraviesas dificultades. Y eso, que puede no ser malo -aquí no se pretende la simplista idiotez de considerar a las grandes firmas como "enemigas" per se-, acaba por privar a los países de una capacidad de decisión que con frecuencia resulta clave. Entre otras razones porque el dinero no tiene patria y ante la dificultad, huye.

Desde luego, la réplica fácil y seguramente inmediata, se resume en una frase: "es el sistema y son sus normas". Y como seguramente eso es cierto, lo que hacen algunos, cargados de razón, es que partiendo de que el sistema solo puede cambiarlo la Política, con mayúsculas, creen que no queda más que reclamar la intervención de ésta para humanizar -palabra ya extraña, cierto, pero necesaria- a aquel. Y como por alguna parte hay que empezar, quizá no fuese un error hacerlo con la UE, que en este entorno fija las reglas, para que, aparte del déficit, tenga en cuenta a la gente.

¿Verdad??

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