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Celta y Vigo: ¿colisión urbanística?

Un temblor curioso sacude Vigo: las Instalaciones Deportivas del Celta no encuentran sitio, no dan con su asiento. La contracorriente subió por el río Lagares como una marea alta y llegó al mismísimo estadio de Balaidos. ¡Qué de vueltas! No dudo que hay ahí muchos ingredientes, pero en cualquier caso, en origen, ya se sabe: la figura malcriada del urbanismo. Pues bien, indaguemos algo en esos fundamentos de zozobra.

Del remodelado Aeropuerto de Vigo hasta el recién estrenado Hospital Álvaro Cunqueiro, median unos escasos diez minutos en coche. En este breve paréntesis la red arterial teje un hechizo poderoso, un magnetismo que captura con una persuasión casi irreverente. Lo sabe no tan sólo el despunte de Peinador y el Complejo Sanitario, sino la próxima Ampliación del Recinto Ferial del IFEVI, el Campus de la Universidad o el Parque Tecnológico.

En este breve tramo viario de 12 kilómetros cuatro nudos de altas prestaciones enlazan la AP-9, la A-55, la AG-57 y la VG-20, marcando la diástole y sístole de los flujos del corazón de la región urbana de Vigo. Un latir común de conciudadanos afines de Baiona, Nigrán y Gondomar, pasando por Mos y Porriño, llegando a Tuy y Ponteareas, directamente a Redondela y ladeando un poco a todo el Morrazo. A veces, el sur de Galicia y norte de Portugal.

Pues bien, el mundo del fútbol, su firmamento, está cambiando verdaderamente de prisa. Vive la mudanza de una cultura de masas a una cultura humana más sutil. Una institución como el Celta, sin duda, tiene la obligación de abrir y fijar los ojos en esa mutación. Por ello, debería considerarse un hecho de la mayor normalidad que el club escrute un horizonte tan de primera: el Área Metropolitana de Vigo. Además, un horizonte tan querido de todos.

En contraste, que una ciudad tan abierta como Vigo se muestre corta de aliento poético en asunto de esta índole sí resulta cuando menos un motivo de reflexión. ¿Miedo a perder la autorreferencia? No obstante, lo cierto es que la autenticidad mítica de Vigo radica precisamente en ese territorio ancestral que se extiende mucho más allá de la delimitación municipal burocrática. Tanto Vigo como el Celta serían hoy algo invertebrado e insulso sin ese apasionado abrazo geográfico.

El proyecto social y deportivo del Celta (lo imagino un ser vivo), está por poner en futuro sus Instalaciones Deportivas (sin o con estadio, no es una conjetura disparatada). Según parece, anda en esas. Así, explora la enorme periferia con energía positiva, talento excéntrico (sabiendo que hay vida más allá del centro) y andar escurridizo (sabiendo que hay firme más allá de tus zapatos). Periferia de la ciudad de Vigo, de la cual el propio municipio forma parte.

Y aquí asalta un flanco débil. Tras la anulación del Plan General de 2008 el urbanismo de Vigo aún permanece noqueado. Veinte años de retroceso, un abanico de alternativas de futuro siempre esquivas, y aún más a menudo el miedo a moverse convierten fácilmente una iniciativa urbanística (no oficial) en un rompepiernas. Al desaliento, sólo un paso. Este urbanismo atípico necesita tomar mayor conciencia del peso abrumador de su propio cuerpo. Del peso de su sombra en la toma de decisiones.

Quede como quede este enredo, aparece falto de contenido real pensar en huida y no digamos en agravio a la ciudad. No hay sacrilegio en intentar ver más allá de las cuatro paredes familiares. El buen juicio es incompatible con una jaula de líneas rojas. Perdurar es libertad. Hay que desdramatizar y procurar un exacto juicio. Es más, diría que es un motivo de regocijo ver un club de fútbol tan ocurrente y arriesgado como un artista de ajedrez.

Dicho esto, no dudo que el Celta en este o al otro lado de la raya seguirá siendo el Celta de Vigo. Quizá de un modo aún más auténtico tras esta crisis de crecimiento.

*Arquitecto

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