Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ceferino de Blas.

María Guerrero y el Tamberlick

A María Guerrero la gente de ahora solo la identifica con el teatro madrileño de su nombre y, a todo más, por haber sido una gran actriz.

Días atrás se la recordaba al cumplirse siglo y medio de su nacimiento, con la colocación de una placa en la fachada de su teatro con este texto: "Gran actriz, empresaria e impulsora del teatro español".

Lo cierto es que fue la mejor, envidiada e imitada por las más afamadas intérpretes de todas las épocas, y para quien escribieron obras teatrales los autores más aclamados.

En Vigo llegó a ser familiar, desde su inicial actuación, cuando interpretó "Las de San Quintín", en las postrimerías del XIX. El Tamberlick será el coliseo de sus éxitos, donde se la vitoreará hasta el desmayo.

Su empatía con los vigueses comenzó en el verano de 1902, cuando la compañía que encabezaba, junto a su marido, el gran actor Fernando Díaz de Mendoza, hace un alto en la gira por Galicia, que la llevó a A Coruña, Ourense y Pontevedra.

En Vigo había previsto estar entre el 20 y el 28 de julio, pero prolongó la estancia hasta el 2 de agosto.

Aquel fue un verano mágico para la ciudad, en el que Ramiro de Maeztu pronunció un ciclo de nueve conferencias, el joven José Ortega y Gasset, que pasaba las vacaciones con su familia, publicó su opera prima en el FARO, y José Echegaray, el primer premio Nobel español, vino a ver a su actriz favorita representar sus obras.

El dramaturgo, que veraneaba en Marín, acudió en dos ocasiones al Tamberlick. Comenzó con "Malas herencias", en la que el público "le tributó una ovación grande, ruidosa, entusiasta".

Volvió a Marín, y no asistió a la puesta en escena de "Mancha que limpia", que había escrito exprofeso para María Guerrero siete años antes, en la que la actriz "rayó a inconmensurable altura". Acudió de nuevo, el día 27, al estreno de "La escalinata de un trono", pieza en cuatro actos, escrita en verso.

A decir de la crítica, "el teatro estaba de bote en bote. Fue uno de los más grandes llenos que se recuerdan en el Tamberlick". Y remata: "María Guerrero alcanzó un nuevo triunfo, de esos que no se olvidan fácilmente".

Tal fue el entusiasmo que despertó la interpretación que, al retirarse Echegaray del teatro, le rodeó el público y le vitoreó con entusiasmo.

La multitud lo acompañó hasta el Hotel Continental, donde se alojaba. Como la manifestación no se retiraba, el dramaturgo se asomó a uno de los balcones, saludó y dirigió unas palabras de gratitud que concluyó con un ¡Viva Vigo!

Los vigueses aclamaban a un autor teatral, tras estrenarse una de sus obras, como en otras partes hacían con los toreros en triunfo. ¡Y hay quien dice que la ciudad no era sensible al arte!

Ese entusiasmo no se habría desatado sin la interpretación magistral de María Guerrero, su marido, Díaz de Mendoza, y el elenco de la compañía que les acompañaba.

La actriz amaba Vigo, donde existía una afición al teatro que venía de antiguo, ya que está documentada desde el primer ejemplar del FARO, de noviembre de 1853. No obstaba la precariedad de sus infraestructuras para la representación hasta que se construyó el Tamberlick.

Venía a Vigo a tomar los trasatlánticos que trasladaban a la compañía a Buenos Aires o a Montevideo, y para el retorno a su casa de Madrid. La ciudad era parte inexcusable de sus giras artísticas.

Ya había muerto cuando se produce el acontecimiento que vincula a su familia a Vigo para siempre. Dos años más tarde, en 1930, su marido, Fernando Díaz de Mendoza, que había continuado la actividad de empresario y actor, llega en octubre en una de sus giras a Vigo, donde tenía garantizada la taquilla. Tras una representación se sintió indispuesto, enferma y muere en la habitación del Hotel Moderno, donde se hospedaba, el 20 de octubre.

El gran actor, pareja de María Guerrero durante tantos años, no quiso dejar pasar la oportunidad de escenificar su último suspiro, ya que tras sentirse enfermo no permitió que la compañía interrumpiese las sesiones. Pidió que se ocultase su estado al público para que los vigueses pudieran disfrutar del teatro.

Fue tras su muerte cuando se dio a conocer lo acontecido que conmovió a los aficionados. A Vigo llegaron infinidad de telegramas de pésame, incluidos los de la Casa Real.

Ahora que se celebra el sesquicentenario del nacimiento de María Guerrero conviene recordar su estrecha vinculación a la ciudad de Vigo, a donde tantas veces vino con su compañía y tantos vítores cosechó. En la sombra alada del Tamberlick deben resonar todavía los ecos de las voces de María Guerrero, Fernando Díaz de Mendoza y los excelentes actores de la compañía. Cuando en Vigo se representaba el mejor teatro en la era dorada de la escena.

Compartir el artículo

stats