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A la espera

| El ferrocarril . El 21 de abril de hace 25 años se inauguraba el primer AVE en España, y desde entonces por la línea Madrid-Sevilla han viajado 72 millones de personas. En 2008, se estrenaba el AVE a Barcelona, al que se han subido 52,3 millones de viajeros. Y en Galicia, seguimos esperando ese tren. Hasta cinco fechas diferentes de finalización de las obras se han barajado para el AVE gallego. La última es la de 2019. Aguardamos con todas las cautelas que se cumpla el plazo prometido, aunque el caudal de confianza ha ido menguando y es más bien escaso, a la vista del vaivén de fechas comprometidas. Pero no debemos pensar que la alta velocidad será el maná caído del cielo que resolverá nuestros problemas. No podemos conformarnos con la llegada del AVE ni pensar que todo está hecho ya en materia ferroviaria. La economía gallega no se impulsará solo con la llegada masiva de turistas en los nuevos trenes, ni por estar más cerca de los centros de decisión en Madrid. Ya nos vamos a enganchar tarde a la red del AVE, y además corremos el riesgo de quedar excluidos del Corredor Atlántico ferroviario, eje prioritario de la UE para el transporte de mercancías y que a día de hoy no contempla ningún enlace con la comunidad gallega. La conexión de nuestros puertos y los aeropuertos con la red ferroviaria, la electrificación de la red interior y el tren de cercanías son tareas pendientes en Galicia y urgentes si queremos una economía moderna, advertían esta semana desde el Foro Económico de Galicia. La Xunta acaba de crear una comisión, con Alberto Núñez Feijóo al frente, para velar porque el Ministerio de Fomento ejecute en plazo las inversiones pendientes del AVE. Esta comisión podría también abordar el reto de que Galicia, una vez más por su posición periférica, no vuelva a llegar rezagada a las redes por las que circularán las mercancías que han de venderse por toda Europa.

| Parlamento . El 24 de abril de 2013 Xosé Manuel Beiras golpeaba con el puño cerrado en el escaño de Feijóo, al tiempo que le consideraba "indigno" de ser el presidente de la Xunta. Cinco días más tarde, sin retractarse de su gesto violento, lo justificó porque el titular del Ejecutivo gallego era "un narcopresidente y un mamarracho". No fueron las únicas ocasiones en que el líder nacionalista elevó el tono de la disputa parlamentaria. En octubre de 2012, acusó a Feijóo de "estar matando más gente que ningún grupo terrorista en España", en alusión a que "los recortes en Sanidad están matando mucha gente". En 2015, en un debate sobre la situación en Venezuela, tildó de "infames, racistas y fascistas" a los diputados del PP. La lista de exabruptos lanzados por el dirigente nacionalista es larga. La respuesta del PP fue siempre la misma, indignación máxima y denuncia por "el trato vejatorio" de Beiras, por sus "coacciones" y su "falta de respeto", así como sucesivas demandas de dimisión del portavoz de AGE. En la nueva legislatura, la líder de Podemos en Galicia y diputada de En Marea, Carmen Santos, lanzaba en marzo, coincidiendo con la celebración del día de la Mujer, un tuit que rezaba así: "Hoxe todas na loita feminista. Reivindicamos que non nos asasinen señores do @ppdegalicia. Politizades con pasividade". La parlamentaria de Podemos no ha aclarado a día de hoy si con las prisas se olvidó de poner una coma, como se lanzó desde su entorno, o realmente quiso llamar "asesinos" a los "señores del PP". ¡Cuánto daño están haciendo las redes sociales a nuestros políticos! Con el apoyo del portavoz de En Marea, Luís Villares, Santos se atrincheró en su posición, y desde entonces, y a la espera de que la diputada se disculpe, el PPdeG la tiene en el punto de mira. No la considera una interlocutora válida, y se niega a debatir con ella en el Parlamento. ¿Por qué no se comportaron así con el máximo referente del nacionalismo gallego de la democracia, Xosé Manuel Beiras? ¿Por qué hay dos varas de medir? Por el momento, la estrategia popular no ha hecho recular a Santos, que se ha envalentonado. Ha pedido el amparo de la Cámara ante la "violencia institucional" que dice sufrir y ha denunciado que las diputadas de la oposición son menospreciadas, "y cuanto más jóvenes, es peor". Antes de abrir un nuevo capítulo en esta refriega parlamentaria, ¿no deberían PP y En Marea pensar en los ciudadanos? ¿No se alejan los políticos de los electores con estas pugnas, que nada tienen que ver con lo que realmente preocupa a los votantes? Quizás esto no importante, y los populares prefieran insistir en su estrategia para remarcar el mensaje de que la primera fuerza de la oposición no puede tener categoría de alternativa con estos comportamientos "extremistas". Y Carmen Santos piense que el ataque del Partido Popular le viene bien, pues le permite ganar visibilidad para sus siglas y no difuminarse en En Marea.

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