En el momento en que el problema de la corrupción repunta entre las mayores preocupaciones de los españoles, los jueces han tirado de la cadena para dejar una vez más al descubierto las inmundicias del PP. De un golpe, tenemos la detención del expresidente de la Comunidad de Madrid, periodistas imputados y un jefe del Gobierno llamado a declarar como testigo en el caso que más le compromete y en el que está obligado a no mentir. El asunto reiterado de las comisiones, aparte de ser un asco, impide al partido que gobierna quitarse de encima el estigma que no le abandona desde que se empezaron a destapar los escándalos de Valencia, de Madrid y el pastel de la Gürtel. Da la impresión de que allí donde uno levante la alfombra va a surgir el presidente de una comunidad autónoma, un alcalde o un palafrenero envuelto en el polvo de la codicia y el delito. Las reacciones histéricas en Génova, 13 a raíz de la citación de Rajoy no han sido las mejores para una organización que ha expresado alguna que otra vez la voluntad de asumir un propósito de enmienda y de pasar página. Luego el tono ha bajado para felicitarse del buen funcionamiento de la justicia. El pozo parece no tener fondo. No se trata únicamente de unas manzanas podridas o de unos cuantos que han "salido rana" como en su día explicaba Esperanza Aguirre, que rompió a llorar cuando le preguntaron por el que fue su hombre de confianza, Ignacio González. Cristina Cifuentes y su jefa de gabinete emiten, en cambio, otro tipo de señales por su determinación de mirar hacia adelante.