Por parte del Gobierno del Estado y las distintas comunidades autónomas se debate estos días sobre un proyecto estatal de convivencia escolar, dando cuenta de diversas iniciativas para frenar el acoso en las aulas y otras formas de violencia. También las comunidades autónomas han establecido líneas de actuación propias en sus territorios. Cada vez es mayor la sensibilidad social hacia cuestiones relacionadas con la convivencia y la disciplina, haciéndose palpable la necesidad de prevenir los problemas de violencia escolar en sus diversas manifestaciones, fomentando una convivencia pacífica en los centros educativos.

Los medios de comunicación se han hecho eco de algunos casos recientes relacionados con el bullying o acoso entre iguales, debido a su impacto mediático, aunque en la mayoría de centros educativos son las conductas de tipo disruptivo las que más abundan. Es por lo que deben evitarse estados de preocupación o alarma social a la hora de difundir datos relacionados con la violencia escolar, pues dificultan analizar la problemática desde una óptica adecuada. Si bien los centros educativos cuentan con diversas respuestas de gestión de la convivencia, dentro de su autonomía, muchas de ellas insertas en sus propios planes de convivencia (concreción de las medidas o programas que se van a desarrollar, protocolo para la prevención, detección y tratamiento de las situaciones de acoso escolar, normas de convivencia del centro, establecimiento de conductas contrarias a la convivencia y correcciones que correspondan a su incumplimiento...), no es menos cierto que su aplicación puede ser generadora de cierto desconcierto y descoordinación entre los miembros de la comunidad educativa. La institución educativa ha de ser un modelo de escuela inclusiva, que siente las bases para la inclusión de todo el alumnado.

Es preciso crear un marco para la convivencia integrado en una cultura organizativa de centro que promueva espacios de participación y compromiso que impliquen a los distintos sectores de la comunidad educativa, lo que conlleva cambios a nivel curricular y organizativo. Un modelo de escuela respetuosa con la diversidad, asumiendo una visión positiva del conflicto como expresión de la misma. Es una responsabilidad de todos evitar que las diferencias se conviertan en desigualdades. Por ello los equipos directivos, con la colaboración de los servicios orientadores, deben de jugar un papel de liderazgo, actuando de dinamizadores, facilitadores e impulsores de medidas favorecedoras de la convivencia. Mejorando la convivencia desde una perspectiva integral, se mejora la calidad educativa, garantizando el éxito del proceso de enseñanza-aprendizaje (E-A).

El aprender a convivir es una de las finalidades de los sistemas educativos en el momento actual. El clima escolar del centro va a definir su personalidad. No cabe duda de que un clima escolar positivo va a favorecer un espacio donde los distintos sectores de la comunidad educativa van a aunar esfuerzos para que el alumnado de sentido a sus aprendizajes, educándose en los valores de convivencia y respeto. La mejora del clima social del centro, del ambiente del aula y de las relaciones interpersonales, son elementos relevantes de prevención de conductas violentas y de problemas de disciplina.

La gestión de la convivencia debe alejarse de la simple corrección sancionadora, fruto de la falta de disciplina, por mucho que los límites y el control sean también necesarios. Debe coexistir un sistema de normas y correcciones junto a otro que potencie el diálogo. Por ejemplo, la introducción de normas de aula en las que el alumnado debe participar activamente de forma democrática en su elaboración, inclusión de contenidos relativos a la convivencia en el currículum escolar, fomento de programas como el de alumnos ayudantes, ayuda entre iguales, equipos de mediación, programas de desarrollo de valores (paz, justicia, solidaridad...), programas de competencia social y emocional, etc, deben servir para explorar vías en el marco de la convivencia de forma coordinada. Por otro lado, fomentar dinámicas de aprendizaje cooperativo en las aulas a nivel metodológico, con metas compartidas y una construcción conjunta del aprendizaje, contribuye a la mejora del éxito escolar de los alumnos y a una mejora de la convivencia.

Además juega un papel relevante la formación del profesorado en materia de convivencia y de otros agentes que intervienen en la vida socioeducativa de los centros. Debe existir una preparación específica tanto en los aspectos teóricos como prácticos que permitan atender a situaciones relacionadas con la convivencia y la conflictividad, como el conocimiento de las relaciones interpersonales, técnicas de motivación, habilidades sociales, resolución de conflictos, técnicas para favorecer la participación, etc. Todo ello ha de verse acompañado de tiempos, medios y reconocimiento.