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Devaluar la filosofía es barbarie

Todos los enseñantes que conozco y trato están contra la rebajada ponderación de la Historia de la Filosofía en el acceso a la Universidad. Por encima incluso del arbitrario perjuicio a los estudiantes que optaron a ella, deploran la subestima de la asignatura como evidencia -una más- del menosprecio cultural que envilece la Lomce de Wert. La inmensa mayoría de los educadores votaría por su abolición frente a los retoques puntuales que admite la autoridad política y/o universitaria, según criterios presuntamente pragmáticos que devalúan los culturales. La historia de la Filosofía es inseparable de la historia de la persona en cuanto creadora de pensamiento, saber y conocimiento del mundo, además de inductora de principios éticos y de la conciencia crítica que racionaliza el convivir y el participar en el progreso de la vida colectiva. No se trata de hacer filósofos sino de enseñar a pensar y elegir, objetivo que habría de bastar por sí solo para considerar la obligatoriedad de la materia en todas las ramas de la enseñanza media.

"La educación no es contar y que te cuenten, sino un proceso activo y productivo", escribió el epistemólogo estadounidense John Dewey. Frente a ello, nos asusta casi a diario el relato de la indisciplina, la rebeldía y la agresividad verbal y física contra los enseñantes más comprometidos, alarmante metástasis en las aulas. Los años decisivos para la formación de la personalidad sufren en las útimas décadas una polución dañina para el saber y el sano discernimiento. El ejercicio crítico se degrada en un rechazo duplicado por la "contundencia" del lenguaje grosero, sin distinción de género y dentro o fuera de las aulas. Si los límites de su lenguaje son los límites de su mundo (Wittgenstein) mal futuro tienen los limitados.

Desde luego que no es un mal general, pero urge evitar que se generalice sin perder de vista que las circunstancias familiares y sociales, como el escepticismo ante las salidas profesionales y laborales relativizan en muchos casos la mala conducta.

La Filosofía no solo debe seguir presente en la educación, sino agotar las variables didácticas hasta acertar con la más motivadora. La intelección, el discernimiento y, en definitiva, las opciones individuales, solo pueden enriquecerse sobre la base educacional de lo acumulado en muchos siglos de evolución de un saber que nunca caduca. Rebajar o eliminar disciplinas culturales puede dar sorpresas como la del latín, una "lengua muerta" que hoy se empieza a valorar como alternativa de lenguaje común para la Unión Europea.

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