Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José María de Loma.

De cañas con un actor

El otro día confundí a un actor con un famoso actor que a su vez me confundió a mí con un famoso periodista. Confundidos ambos, nos fuimos a tomar una cerveza. Cuando llegó la hora de pagar, el actor dijo que se había olvidado la cartera en casa. Supuse entonces que estaba actuando. Y a decir verdad actuaba bien, se repasaba una y otra vez los bolsillos y nada, la cartera no aparecía. No sé cómo estás en paro, le dije, con lo bien que interpretas a un hombre que se ha dejado la cartera. Y a mí no me extraña que no seas un periodista de éxito, me dijo, si lo fueras no estarías aquí con un actor de segunda y sí con una superestrella. O incluso con un secundario de telecomedia. Su comentario me llegó al alma, si bien el camarero hubiera preferido que me llegara a la cartera. Me rebusqué en el bolsillo y di con unas monedas, que no eran muchas, pero que al ser de dos euros dieron para una segunda ronda.

El actor no famoso que yo confundí con un actor famoso pidió unos torreznos. Por acompañar la cerveza, me dijo. Yo repliqué: mejor, pide aceitunas. Por discutir con la cerveza, le dije. El camarero, al que ya definitivamente (es la segunda vez que sale) lo vamos a adoptar como un personaje más de esta columna, podría haber terciado, pero era hombre avispado y de gran lealtad al dueño, con cierta tendencia a la obtención del beneficio rápido y una camisa rosa. Así que lo que hizo fue poner torreznos y aceitunas y ya de paso preguntar si nos apetecía una de jamón. No, aseveré yo, oliéndome la tostada. Yo soy muy de olerme la tostada cuando veo otros alimentos que no son una tostada, que no huele a tostada a menos que la quemes. Hombre, me dijo el actor no famoso, aunque no seas famoso tienes un sueldo, plumilla, estírate, macho para una vez que nos vemos. Confieso que ahora no sabía si estaba siendo él mismo o estaba actuando. Miré al camarero con gesto cómplice por ver si decía algo, pero el camarero se había marchado unos minutos antes. Le había salido una actuación en la columna de otro periodista. Una columna airada sobre las muchas horas que se echan en la hostelería, en la que él tenía que decir: "Y sin contrato fijo, oiga". O sea, que nada de jamón. Nada de camarero. Y la segunda caña a la mitad, es decir, que conociendo a los actores, incluso a los no conocidos, y conociendo a los periodistas, incluso a mí, iba a acabarse de un trago.

Sin saber cómo gestionar la situación o disolver el encuentro le di conversación. Craso error. Incluso Pompeyo error. Lo que hay que hacer con un actor es darle un papel, no conversación. Si le das conversación corres el riesgo de que se crea que es un guion y se la aprenda y luego se la suelte a otro. Entonces ese otro se cree que esas frases brillantes que tú dices (quiero decir, que yo digo) se cree el interlocutor que son de él. O sea, del actor. Yo creo que ya no voy a confundir a nadie más, aunque eso no lo elige uno. Ser tan buen actor como yo, tampoco.

Compartir el artículo

stats