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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El éxito

Una de las razones por las que se explica el éxito de la Universidade de Vigo, además de la gestión, es probablemente el "olfato" que ha demostrado en los últimos años para conectar sus ofertas con la realidad y las necesidades concretas no ya sólo del mercado sino también de la sociedad a la que sirve. El actual rector ha sabido seguir -aplicando, como es natural, sus propias ideas- la estela de sus antecesores y magníficos profesores como Luis Espada y Domingo Docampo que, dicho sin la menor intención aduladora, supieron, como la Academia con la Lengua, limpiar, fijar y dar esplendor a una institución que a pesar de todo ha logrado abrirse paso y consolidarse.

No ha sido tarea fácil, y menos aún si se considera que la última parte del proceso se ha desarrollado en medio de una crisis económica que desarticuló a la sociedad entera, y no solamente en lo económico, sino en general a una serie de estructuras que, necesitadas del equilibrio que proporcionan los números, se vieron reducidas a lo imprescindible para la mera supervivencia. Y salir de ahí ha tenido, al menos en opinión de quien esto escribe, un mérito especial: el de hacerlo coincidiendo con un descenso en el número de alumnos, elemento insuficiente pero clave para financiarse, sobre todo en los malos tiempos.

En ese marco, el anuncio del lanzamiento de Ingeniería Bioquímica en Vigo -referencia sureña sobre todo en la idea de que la universidad prepara líderes en todas las ramas del saber y por tanto ha de proporcionarle a la sociedad los instrumentos de progreso que más se necesiten en el momento oportuno- en 2018 forma parte de ese "paquete" de ciencias modernas en expansión para las que existe demanda laboral y proyección social. Es decir, garantía de éxito.

(Dicho eso quizá no estorbe una reflexión acaso marginal pero oportuna: el prestigio de esa iniciativa, junto con otras que honran a la ciudad de Vigo, resaltan la injusticia -ya corregida tras el entendimiento entre las partes, rubricado con la firma de los documentos pertinentes- de las críticas que la alcaldía realizó hacia la persona del rector Salustiano Mato, que junto con su Consello de Gobierno capitanea un trabajo ejemplar. Y resalta la importancia de mantener, con el entorno próximo y mediato relaciones institucionales -e incluso personales- de cortesía, sin buscar enemigos en todas partes ni creerse dispensadores exclusivos de certificados de "defensores del viguismo".

Todo ello no debe entenderse como una descalificación global, ni mucho menos, del papel del alcalde ni de su éxito electoral, porque diecisiete concejales no se obtienen en una tómbola; pero el servicio público, que es para todos, exige también un escrupuloso respeto al censo completo. Siquiera para evitarse más enemigos de los que de suyo genera el oficio político, porque inevitablemente su número -y a veces su condición- acaban afectando a los intereses generales de la ciudad. Y si los que se producen son choques institucionales, entonces el resultado puede acabar siendo inasumible.)

Aparte esas consideraciones, que se formulan sin intención alguna de ofender pero sí de contribuir con la modestia debida a la asunción de la idea de que una ciudad y un país serán tanto más grandes e influyente cuanto mejores sean sus relaciones internas y externas, es preciso insistir en que la Universidade de Vigo, con sus campus de Pontevedra y Ourense, hacen país; y además, un gran país. Y eso es admirable.

¿O no??

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