El problema no está en que el presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, haya dicho que en el sur de Europa nos lo gastamos todo en "alcohol y mujeres" y luego pedimos ayudas. Es una frase estúpida, sórdida y machista, que delata su extraña idea del paraíso, pero puede haber sido un exabrupto. El problema está en que no haya querido rectificar, pues este dato es una prueba más del déficit democrático de Europa. Si Jeroen hubiera sido elegido por el Parlamento europeo (hoy imposible) y tuviera que renovar un día mandato, no solo habría rectificado, sino que programaría una tournée por el Sur para rehabilitarse. Esa alegría a la hora de abrir la boca revela que le importa un bledo lo que opinen de él en el Sur, algo que nunca ocurre cuando hay urnas y votos por el medio. Jeroen la ha cagado, está claro, pero el problema es que no vea razones de peso para limpiar su caca.