Desvío de los tráficos de contenedores hacia el Puerto de Marín, descargas de pescado por el Puerto de Leixoes, disminución del número de cruceros en el puerto de Vigo, implantación de los nuevos proveedores de Citroën en la orilla portuguesa del Miño y aumento de la producción de vehículos en la factoría portuguesa de Mangualde, las gradas de los astilleros vacías, el Plan General de Urbanismo de la ciudad anulado y la construcción sin despegar, para no mencionar la desaparición de Caixanova, el estado de Pescanova, el aumento del tráfico de pasajeros por el aeropuerto de Oporto y así podríamos continuar con toda una serie de noticias negativas con que nos desayunamos cada día y que auguran un futuro nada prometedor para una ciudad claramente a la deriva.

Cualquier dirigente en su sano juicio -si es que a estas alturas de la fiesta queda alguno-, que se parara a analizar este aluvión de noticias que cada día nos recuerda la prensa, debería darse cuenta de la gravedad de la situación y adoptar de inmediato, desde su ámbito de actuación y en colaboración con el resto de instituciones, aquellas medidas de choque capaces de poner freno y revertir esta situación. Pero lamentablemente no es el caso en esta ciudad y en esta Galicia nuestra, en la que nuestros carismáticos líderes y lideresas se dedican en cuerpo y alma a acuchillarse por la espalda ajenos a la realidad y a los problemas reales de la gente, mientras la situación de nuestro tejido productivo -que por cierto es el que les da de comer a ellos y también a nosotros- se deteriora irremediablemente sin que parezca importarles gran cosa. Es lo que tiene ser trabajador público y cobrar la nómina religiosamente a fin de mes, llueva o granice.

Pero claro, diagnosticar el problema, analizar las posibles soluciones y llevarlas a la práctica, exige no solo capacidad de liderazgo del de verdad -del que se gana dando ejemplo-, sino también amplitud de miras para sentarse y pactar con el contrincante político independientemente de su ideología. También implica tener la capacidad intelectual y la formación necesaria para hacerlo. Lamentablemente no parece ser el caso y nuestros amantísimos próceres, analfabetos funcionales en su mayor parte, aislados en sus burbujas rodeados de palmeros y palmeras dispuestos a darles siempre la razón, parecen más entretenidos en disputas banales entre ellos y en salir más en los medios de comunicación, que en remangarse las manos y encontrar soluciones a los problemas reales de la sociedad. Porque créanme que los problemas de esta ciudad están ahí para quedarse y ya no cabe la política del avestruz y el no hacer nada que tanto gusta a nuestros dirigentes, salvo que apostemos por un futuro de miseria y por continuar enviando a nuestros hijos a buscarse la vida por el mundo adelante.

¿Es que alguien puede pensar que con el precio del metro cuadrado de suelo industrial en la zona de Vigo en torno a los 100 euros de media frente a los 15 a los que ofertan los portugueses, podemos competir? ¿Es que con los beneficios fiscales que ofertan del otro lado del Miño alguna empresa va a dudar dónde invertir? ¿Es que alguien piensa que con los funcionarios portugueses dispuestos a facilitar la tramitación administrativa para la implantación de las empresas y las descargas en sus puertos, los nuestros -empeñados en pedir cuantos documentos se les pasa por la cabeza sin que sus jefes tomen cartas en el asunto- tenemos algo que hacer?

Lo peor del caso es que todos estos problemas son conocidos desde hace varios años y aireados regularmente en los medios de comunicación sin que nadie, desde la administración o desde los ámbitos empresariales o ciudadanos haga nada; salvo encargar informe tras informe que nadie lee y que duermen el sueño de los justos en los cajones una vez desnatado publicitariamente el asunto por el político de turno.

Frente a este dramático escenario, con una competencia global y feroz en la lucha por atraer inversiones empresariales, solo cabe una acción conjunta y coordinada de la Xunta de Galicia, los Ayuntamientos del área metropolitana, la Autoridad Portuaria, la Zona Franca, la Diputación, las Asociaciones Empresariales, etc., capaz de replicar de inmediato las condiciones que ofertan para la implantación de nuevas empresas nuestros vecinos lusos y a ser posible mejorarlas.

Desconozco cómo lo han implementado nuestros vecinos lusos y si los beneficios que se otorgan son, como apuntan los sindicatos "Ayudas de Estado". Lo que tengo claro es que si los portugueses lo han hecho nosotros también podemos y si no, si se considera que nuestros vecinos incumplen lo dispuesto en los tratados de la Unión, lo que toca es denunciar la situación ante las autoridades comunitarias cuanto antes, como reclamaba hace poco un sindicato. Que ya le ronca que tengan que ser ellos los que salgan a la palestra con este asunto.

En resumidas cuentas ciudadanos, o ponemos coto a tanto despropósito y empezamos a escoger a quienes nos representan en base a sus méritos y capacidades, es decir en base a procesos de "selección de personal", o dejamos que los partidos políticos lo sigan haciendo como hasta ahora mediante "castings", con el resultado que todos conocemos. Como decíamos en los viejos tiempos "Menos mal que nos queda Portugal".