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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La promoción

No son pocos los que creen que para el viaje de promoción de empresas no se necesitan alforjas

A la vista de las cifras que se han conocido -pero apenas discutido como algunos expertos creen que debería haberse hecho- no son pocos los que sospechan que para el viaje de promoción de las empresas que ha realizado el IGAPE en veinte años, no se necesitaban alforjas. Es más: unos cuantos están convencidos de que, con el informe del Consello de Contas -que propina otro estacazo al balance de aquel Instituto- en la mano no tardará en pedirse una comisión de investigación, incluso a pesar de que la historia demuestra que no sirven para gran cosa. Y aunque sirviesen, el efecto sólo sobreviviría en la prensa.

(En este punto quizá convengan algunas puntualizaciones. Primera, que lo que queda dicho no es tanto una crítica cuanto una reflexión acerca de un hecho evidente: lo que nació para ayudar a dinamizar la economía de este antiguo Reino promocionando a sus empresas, está -cuatro lustros después- casi al borde de la ruina. Segunda, que la gestión de dos de sus principales instrumentos, los avales y los préstamos, es hoy motivo directo de esa situación. Tercera, que lo que sucede no ocurrió por falta de aviso: el Consello lleva emitidos varios en vano. Y cuarta, que el Consello mismo queda en posición poco airosa: al carecer de poder coercitivo y tardar tanto en sus informes, para mucho no sirve.)

Ante la comisión parlamentaria, su director general echó mano de una lógica conocida y, en otras palabras, vino a decir que "la causa de la causa es causa del mal causado". Su referencia, aún sin citarla del todo, estaba dirigida a la crisis de 2007 y siguientes, a la que achacó las peores cifras para concluir que si se tomaba el análisis del IGAPE desde su fundación hasta ahora, la contabilidad quedaría más o menos a cero. Y es posible que eso sirva -sobre todo de excusa- pero aún así el balance sería triste.

La moraleja, en singular o en plural -porque podrían obtenerse varias- habría de resumirse en una obviedad: si las macrocifras casan y las "micro" -suponiendo que las de la emigración, los salarios y el déficit pudieran ser así calificadas- es que algo no va bien del todo. Y cuando eso ocurre, y se acompaña con un aumento de la desigualdad porque los ricos son más ricos y muchos de los que iban viviendo ahora las pasan canutas, el conjunto del país es el que lo nota y su "valor", en términos genéricos, se deteriora. Digan lo que digan los dirigentes en sus mensajes e incluso las apariencias, que a veces engañan.

Naturalmente, el argumentario es opinable y resulta posible que muy doctos teóricos lo rebatan. Pero la probabilidad de que lo sientan así muchos cientos -o más- de familias gallegas justificaría la necesidad de que la autoridad competente -civil, por supuesto- aporte una explicación a lo que no se entiende del todo. Porque la gente corriente no tiene por qué disfrutar de la omnisciencia, y prescindir de eso suele ser suicida. Electoralmente, al menos.

¿Eh??

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