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Antonio Touriño

El mirador de Lobeira

Antonio Touriño

La cicatriz que se ve en la plaza do Castro

Desoladora es la imagen que deja la plaza do Castro empapelada con carteles que anuncian la venta o alquiler de casi todos los negocios. Cruzar este espacio desanima al más pintado pues forma parte del neurálgico centro histórico de Vilagarcía de Arousa cuando fue uno de los ventrículos de la zona de vinos y tapeo como extensión de la aún muy frecuentada rúa da Baldosa.

Uno tras otro se bajó la verja de negocios y el goteo permanece como una tortura china para la economía vilagarciana cuyo despegue todavía ni se ve allá en la lontananza.

Y es que lo que ocurre en O Castro es sintomático de cualquier otra plaza histórica tanto en el centro urbano como en Carril o Vilaxoán, por citar los dos otros extremos más populosos del frente marítimo.

A Vilagarcía le está costando demasiado tiempo arrancar. Y la clepsidra continúa manando porque nadie insufla ánimos para invertir y las monedas tampoco tintinean en los bolsillos con la alegría necesaria.

Los autónomos alertaban no hace mucho de que abrían muchos negocios pero que apenas duraban unos meses. Y ahora se ve que otros que llevaban años de trayectoria también echan el cierre porque el beneficio no arrienda la ganancia. Por eso nadie los quiere y así se ven decenas de locales vacíos por toda la ciudad.

Primero fueron los bancos los que abandonaron las mejores esquinas, luego cayeron sastrerías, zapaterías, jugueterías, droguerías, mercerías. Abre alguna que otra franquicia y cierra como hoja de otoño.

Ahora ya son los bares. ¡Y eso que forman parte del deporte nacional!. También los restaurantes sufren los efectos de una economía en clara recesión. El número de hoteles sigue invariable desde hace más de una década y sus gestores suelen ser poco optimistas salvo cuando llega el verano, mejor dicho en pleno agosto. De la industria mejor ni hablar y mucho menos de nuevos proyectos que generen puestos de trabajo y reactiven el pulso de la economía local. Convocar el Consello Económico y Social (CES) era un compromiso del actual gobierno. Y no puede dejar que siga pasando más tiempo porque para curar tantas cicatrices como se ven en la trama urbana hay que aplicar remedios.

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