El marco sobre el cuál se han desarrollado las elecciones en la Conferencia Episcopal Española (CEE) da razón de los resultados: entre una Europa que hace frente al Brexit y a peligrosas emergencias políticas, y una España incapaz de superar las diversas inestabilidades que le acechan, los obispos españoles preparan su peculiar respuesta. El cardenal Blázquez podría encarnar la propuesta dialogante y, a su lado, el valenciano Cañizares sería el representante de la "doctrina segura". La elección del primero (52 votos; más del doble que Cañizares) refleja la defunción pastoral del rouquismo en el seno del episcopado, mientras que la opción del segundo también puede tener esos mismos rasgos, pero vistos desde el lado opuesto. En numerosas ocasiones, el prelado valentino se había puesto a la cabeza de la oposición a la "primavera" de Bergoglio, seguido, sin duda, por las fuerzas de la inercia. Sin embargo, no todos los votos conseguidos por el valenciano son de cordial adhesión, dada la sanción impuesta por sus eminencias al cardenal Osoro, quizás por demasiado adepto a la fotografía (lo que los políticos llaman "postureo"). ¡Quién le iba a decir a Osoro que sería el propiciador de la vicepresidencia de Cañizares! La otra víctima, Omella, hace relucir los miedos de la CEE a lo que consideran la ciénaga catalana. Así, política interna y externa se amalgaman en un resultado aparentemente equilibrado mediante el cual los jefes de las iglesias locales hispánicas aspiran a recuperar el prestigio de una institución que celebra este año sus bodas áureas.

Aquí, equilibrio suena también a unidad, al menos de escaparate. La composición del nuevo gobierno episcopal parece el correlato de las últimas elecciones, llamada de los votantes a un diálogo que no parece arrancar. En cambio, los obispos han buscado integrar diversas sensibilidades para ofrecer precisamente una imagen unificada que mitigue los miedos a la sinodalidad vista como asunción hispánica de la onda expansiva del Vaticano II (¿aún?). Para ello, Blázquez propone estructurar el organismo que preside según los nuevos esquemas adoptados para la Curia Vaticana, con atención eminente a los dicasterios para laicos, familia y vida y desarrollo humano integral, cuya orientación -también equilibradora de diversidades- parecen secundar.

Ante los vaivenes de un "mundo líquido", en expresión del sociólogo Zygmun Bauman, los pastores de la Iglesia española construyen la plataforma sólida de la unidad. Y no aprenden a nadar.