Cuando Matilde apostó por la peluquería para complementar la estética y ofrecer unos servicios completos se volcó con Victoria, que era una jovencita de origen humilde, igual que su maestra, criada en el barrio de San Roque.

Matilde invirtió un dineral en su preparación y Victoria nunca le falló. "La llevaba conmigo a todas partes", recuerda con nostalgia. Tenía que ser la mejor para estar a la altura de su mentora y eso terminó siendo.

Madrid fue la escuela de aprendizaje de Victoria. Allí conoció algunas peluquerías por dentro, su forma de trabajar y de satisfacer a la clientela. Adrián seguramente fue el peluquero de quien más aprendió.

Después de Victoria llegaron Mª del Carmen, Merceditas, Conchita y Solita a la sección de peluquería, mientras que Hermitas, Finita y Rosita completaron con Matilde la otra sección de belleza. Nueve en total. Pero ella siempre fue María Victoria para Matilde, la niña de sus ojos; su otro yo en aquel instituto de belleza donde permaneció fiel hasta el adiós de su protectora. Luego nació Victoria, la peluquería que hoy lleva su nombre.