A Álvaro Quintana

Hace un par de semanas proponía una opinión respecto a la difusión de falsas noticias (fake news) que encuentran amplio cauce en el ciberespacio gracias a medios sociales (Twitter, Facebook, etc.) a los que están conectados el 75% de europeos. Siendo el tema sobradamente conocido me limitaba a comentar trabajos, metodológicamente pioneros, de Walter Quattrociocchi y coautores que, con sus algoritmos, han tratado millones de datos encontrados en Internet. En la misma columna ponía el ejemplo, entre otros, de las chemtrails (estelas dejadas por los aviones en el cielo) arquetípica falsa información de carácter conspiranoico amparada en simples asociaciones de ideas, analogías e indicios particulares exentos de generalidad. Lo de siempre.

Según preferencias, las chemtrails son la manifestación de: a) pulverización de productos químicos con el fin de provocar genocidio por esterilización; b) drogas (litio, en otras versiones) que permiten el control mental de la población y rebajan los niveles de rebeldía social contra los poderes fácticos; c) acelerar o retardar el cambio climático por medio de la geoingeniería (obsérvese la oposición polar entre ambos objetivos); d) otorgar a la multinacional agroquímica Monsanto el monopolio planetario de semillas genéticamente modificadas al conseguir que ninguna otra germine por envenenamiento de los ecosistemas agrícolas; etc. A gusto del consumidor, no falta quien adhiera a todas las anteriores variantes, y a otras cuantas que no mencioné, sin percatarse de la incoherencia de que en el mismo ramillete vayan cardos con nenúfares.

Geoingeniería perversa

En mi columna ponía aleatoriamente como ejemplo la variante b). Pero hubiese podido decantarme por cualquier otra, todas tienen su aquel.

Y mira por donde, antes de que cantara el gallo recibí un mensaje, casi indignado, de un buen amigo que me acusaba de participar a hurtadillas en empresa de desinformación habida cuenta que el contenido de mi columna era sospechosamente indicativo de borrado de pistas para que la opinión pública no se entere de las amenazas que poderes ocultos ejercen sobre ella. Concretamente, me informaba de que las estelas de condensación del combustible quemado de los aviones, en determinadas condiciones de altitud y humedad bla, bla, bla. Además, un conocido del CNI le había dicho que en Torrejón de Ardoz la OTAN experimenta escenarios de guerra climática por medio de geoingeniería y bla, bla, bla. Y que era fácil comprobarlo por el altísimo contenido de partículas de aluminio que hay en el campo español bla, bla, bla.

Inútil precisar que no voy a perder ni un minuto explicando por qué todas las chemtrails relacionadas con la geoingeniería no pueden ser sintomáticas de una conspiración de ese calibre. Simplemente, conque hubieran experimentado en medio del océano nadie se habría enterado de la conspiración en marcha ni hubiera habido delatoras trazas de partículas de aluminio en tierra. El lector interesado puede consultar los contrargumentos expuestos en http://rationalwiki.org/wiki/Chemtrails/ o https://www.sciencesetavenir.fr/nature-environnement/la-conspiration-des-chemtrails-au-crible-de-la-science_19958.

Ello no impide que experimentos de geoingeniería desde el aire, de carácter civil o militar, pero limitados, sean realidad. Otra cosa es atribuirles la finalidad oculta e intensidad que pretenden algunos.

Deseo aclarar -y es muy importante - que mi informador y amigo no es un cualquiera. Persona extraordinariamente inteligente, científicamente formada, culta y dotada de acerado espíritu crítico, su criterio es generalmente certero. No obstante, en este asunto, temo, es víctima de sesgos de confirmación que lo han condicionado hasta el punto de negar todas la pruebas en contra y magnificar los elementos que robustecen sus creencias. De hecho, cuanto más se prolongue el debate más negativa será su postura. Es lo que dice la sicología social y la sociología computacional en la que se inscriben las investigaciones de Quattrociocchi.

La mejor prueba: ausencia de prueba

Peor aun. Los sesgos de confirmación pueden llevar a considerar la ausencia de prueba una prueba. Carol Travis y Elliot Aronson, en el capítulo "Disonancia cognitiva" de su libro Mistakes Were Made (but not by me) -que podría titularse, si existiese traducción en español, Por qué se cometen errores (pero yo no)- dicen lo siguiente. Cuando corrió el rumor que EEUU estaba plagado de sectas satánicas que en ceremonias sacrificiales comían niños, preferentemente bebés, ni el FBI ni ningún cuerpo de policía fue capaz de encontrar la mínima prueba (si bien puede haberse dado algún caso). La convicción de quienes creían esos rumores se vio fuertemente reforzada. La ausencia de pruebas demostraba la inteligencia satánica de los sectarios antropófagos que comían hasta los huesos de los niños para no dejar traza.

No juzguemos precipitadamente, sin embargo. Claramente, la credulidad en las fake news o en ideologías políticas grupusculares y otras patrañas no es exclusiva de marginales -pringados, en argot popular- sino que puede afectar a personas inteligentísimas, nada fanáticas, abiertas y tolerantes en todo salvo en una creencia tullida que las ha enganchado sin posibilidad de liberación, especialmente cuando se comunican intensamente con otras personas de la misma creencia. En estas circunstancias, intentar desintoxicar a alguien abducido por la creencia solo consigue el efecto contrario. La ausencia de pruebas del FBI es una prueba. Es tanto como decir que la mejor prueba de que los extraterrestres se esconden entre nosotros es que no los vemos.

Troll genial

Resultando inútil un debate contradictorio solvente, en el caso de las chemtrails, y de las falsas noticias en general, las parodias más logradas son creaciones de trolls. Aunque por timidez y modestia no publica, mi amigo Alejandro Varela posee un instinto literario tan fino que lo habilita como el heredero directo, y el más capaz, del realismo mágico y la sorna de Cela y Cunqueiro. Es tan bueno que no puedo privar al lector de una parodia que artilló revistiéndose los ropajes de un troll. Ahí va.

El clima no se altera con vuelos de aviones fumigando, se cambia con el HAARP, algo que sabe todo el mundo. Con esas antenas los estadounidenses cambian la lluvia de sitio, provocan terremotos y suben y bajan el IVA y el PIB a conveniencia y antojo. Los urdidores de la patraña de las chemtrails intentan desviar la atención para que lo verdaderamente grave pase desapercibido. Efraím Podolski, aviador y filatélico de Lugansk, obtuvo las pruebas de la conspiración por casualidad, al comprar en un mercadillo de Sievierodonetsk un violín usado. Se puso a cambiar el forro a la caja, que estaba un poco ajado y con manchas sospechosas, y bajo este descubrió documentación de la NSASS (National Security Agency Super Secret) que escaneó e intentó hacer llegar a Wikileaks en un CD. Efraím no sabía que los grabadores de CD dejan un rastro en todos los discos que graban, un código que los identifica y permite rastrear el aparato grabador, quién lo adquirió, dónde y cuándo se usó. Eso permitió a la CIA localizarlo mientras cumplía con la naturaleza en el baño de una gasolinera en la Nacional VI -entre La Bañeza y Astorga- y procedieron a neutralizarlo sin compasión, ni tiraron de la cadena.

Siempre quedan cabos sueltos. El periodista Faustino Meneses, encargado de las esquelas en el diario La Luz, Astorga, cinturón rosa de judo, encontró esa muerte sospechosa y, contra la opinión de sus jefes, inició una larga investigación en solitario que concluyó con la publicación de un libro que contiene todas las claves, motivaciones y revelaciones de asunto tan turbio y, en varios anexos, la receta del cocido maragato, las proporciones de un compuesto homeopático que cura la acidez y cómo dar gato por liebre. Es fácil, sólo hay que cortarles el rabo, las orejas y sacarles los dientes; luego, se sigue la receta del conejo de toda la vida alargando algo los tiempos. Faustino compartió estancia con un primo de Varela en el psiquiátrico de Valladolid, donde lo encerró su mujer, agente durmiente del Mossad, que presentó en el Juzgado papeles falsos para conseguir una orden de internamiento involuntario. De inmediato, por lo cual se colige que estaba todo planeado, se lio con una tal Edelmira Barroso, de Castrillo de los Polvazares, carnicera a la que Faustino acusaba de fingir ser bizca, echar el mal de ojo y dar gato por liebre.

En el famoso Anexo VI del grueso volumen se explica como el Gobierno americano sustituyó las antenas del HAARP, todas concentradas en Alaska, por un modelo moderno de emisión distribuida de ondas (Evil Wave Distributed Emision) utilizando tubos de escape de automóviles.

El primo de Varela le envía cartas cifradas que escribe con caligrafía de monja inglesa. El primo de Varela se siente abandonado desde que a Faustino le dieron el alta después de hacerle leer tres veces las obras completas del de los bastones, la primera vez sin su consentimiento. Ahora, por culpa de las chemtrails, pasea empujando un carrito del súper, Calle Sierra Pambley, 4, 24003, León. Yo leo las cartas del primo de Varela y pienso, como él, en el triste final de Podolski y me come la curiosidad por saber más de las chemtrails y qué fue del violín y del bizqueo de Edelmira.