Donald Trump está muy pesado con su valla con México y también quiere prohibir la entrada de refugiados sirios y de nacionales de siete países musulmanes, que es otra forma de poner vallas. Pero no son los únicos muros que hay en el mundo. Israel ha construido hasta tres diferentes alegando razones de seguridad. Los he visto y son impresionantes, alcanzan más de diez metros de altura y en ocasiones dividen una calle longitudinalmente, como hacía el infame muro de Berlín en su día, sin que preocupen a Tel Aviv las condenas del Tribunal de Justicia de La Haya. Australia también tiene un muro líquido pues envía a sus inmigrantes indocumentados a la isla de Nauru que apenas tiene 21 kilómetros cuadrados y discrimina en sus visados de inmigración en función de la nacionalidad, la religión o la raza del solicitante.

El Reino Unido ha votado el Brexit para alzar un muro en el Canal de la Mancha que impida la llegada de trabajadores y de estudiantes del continente, y varios países europeos se han llenado de verjas, vallas y muros para impedir el paso de quienes huyen de la guerra y la miseria. El mismo Mediterráneo es una barrera formidable para quiénes desde África tratan de alcanzar nuestras costas en frágiles embarcaciones.

Nosotros también tenemos nuestros muros, algunos invisibles como la parsimonia y escasez von la que concedemos refugio y asilo en la piel de toro, y otros altos, reforzados y bien visibles en el perímetro de Ceuta y Melilla, que hacen parecer inalcanzable el sueño de llegar a una Europa que sigue siendo Eldorado para quienes sueñan con cruzar el Estrecho.

Pero algunos atraviesan el desierto del Sahara en medio de indecibles penalidades físicas y de tener que sobornar a diestro y siniestro y logran entrar por las bravas en nuestras ciudades norteafricanas. Esta misma semana dos oleadas de 500 y de 300 subsaharianos, con la fuerza que dan la desesperación y la esperanza de un mundo mejor, han conseguido saltar las verjas y entrar en Ceuta. Yo comprendo que hay que regular la inmigración económica (diferente de los refugiados políticos) y más en un país con la escandalosa cifra de desempleo que aún tenemos, pero mentiría si les dijera que no les deseo suerte en la vida porque creo que han probado con creces que se la merecen.

El dato interesante de estos dos "asaltos" a la verja de Ceuta es el del momento en el que se producen, que me hace pensar que Marruecos los ha permitido (o al menos ha decidido hacer la vista gorda) pocos días después de la visita a Rabat del ministro de Exteriores, Alfonso Dastis. Y tengo tres razones para ello.

La primera es que el Majzén, el poder, está nervioso y cuando eso sucede con frecuencia nosotros pagamos el pato. Las relaciones hispano-marroquíes son más pasionales que racionales y rehenes de la política interna de nuestro vecino del sur, a pesar de nuestros intentos por crear "colchones de intereses" que encarezcan, por así decir, su utilización política interesada. Tras las elecciones del pasado año Marruecos lleva varios meses sin conseguir formar gobierno, y dejar entrar ahora en Ceuta a casi mil africanos quita presión a la región Tánger-Tetuán, donde su presencia es causa diaria de problemas, y además es una forma sutil de recordar la existencia de un problema irredento. Con ello se distrae a la opinión pública interna.

La segunda tiene que ver con el Sahara que Marruecos ocupó en 1975 con la brillante maniobra de la "Marcha verde", sin haber hecho desde entonces el referéndum de autodeterminación que le reclaman las Naciones Unidas. Es un asunto tabú que pone muy nerviosos a los marroquíes de todas las ideologías. Siempre que algo ocurre con el Sahara, Rabat mira hacia España como si tuviéramos la culpa, y estos días el Sahara ha vuelto a la actualidad por dos razones: una por la victoria diplomática que ha supuesto el triunfal regreso de Marruecos a la Unión Africana que había abandonado en 1976 cuando fue admitida la RASD (República Árabe Saharaui Democrática) con el apoyo argelino; y la otra, la tensión que se ha desatado en la zona de La Güera con la construcción por los marroquíes de una carretera al otro lado del muro, aprovechando que Rabat expulsó a la MINURSO (fuerza de separación de las Naciones Unidas) por decir su jefe que el Sahara era territorio "ocupado". Los polisarios consideran estas obras inaceptables y amenazan con impedirlas por la fuerza, olvidando que no pueden hacer nada sin Argelia y este país no está para aventuras con Bouteflika viejo y enfermo y con la lucha por su sucesión abierta.

La tercera nos afecta más directamente y tiene que ver con la decisión del Tribunal Europeo de que el Sahara no es propiamente Marruecos sino "territorio administrado" por Marruecos y eso afecta a las frutas y hortalizas de allí importadas. Es mentar la bicha y Rabat ha respondido que entonces eso se aplica también a la pesca en aguas saharauis. Y los que allí pescamos con amparo de un acuerdo entre Marruecos y la UE somos nosotros, principalmente. Rabat nos quiere presionar para que seamos sus abogados en Bruselas y nos recuerda que viviremos mejor si nos llevamos bien con ellos... porque sin su permiso expreso o tácito nadie podría haberse acercado a la verja. Claro que a lo mejor todo esto solo son imaginaciones mías.

*Embajador de España