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Ceferino de Blas.

Los Arenal

Una de las interpretaciones de que sea en Ourense donde se erigió la primera estatua a Concepción Arenal es que, además de honrarla, se la desagraviaba.

El agravio sucedió cuando se presentó al concurso convocado con ocasión del bicentenario del nacimiento del P. Jerónimo Feijoo, el más reputado intelectual de esa provincia pródiga en gentes de saber, filósofos, literatos e historiadores.

Concepción Arenal concurrió, en la plenitud de su gloria, a las dos modalidades: la poética y el análisis crítico de la obra feijoniana. Inopinadamente, también concursó una figura nueva: Emilia Pardo Bazán.

La condesa ya había cosechado un accésit en los Juegos Florales de Santiago, cuando compitió con el padre de Valle-Inclán, que obtuvo el primer premio. Pero, a sus veinticinco años, todavía no era reconocida.

Representaban dos visiones: una más avanzada, la ferrolana, otra conservadora, la coruñesa. El tribunal calificador estaba formado por miembros de distintos bandos ideológicos e influido por razones políticas y religiosas.

Para sorpresa de todos, el jurado falló a favor de la condesa en la modalidad poética, por su Oda a Feijoo, y otorgó un ex aequo, es decir, un empate a Arenal y la Pardo Bazán en el trabajo crítico.

Para decidir el desempate se enviaron los trabajos a la Universidad de Oviedo, ciudad donde vivió y está enterrado el P. Feijoo, previendo que aquel tribunal, alejado del caldeado ambiente gallego, procediese con más objetividad. Pero se reprodujo el mismo problema que en Ourense, y por un escaso margen dio el premio a la Pardo Bazán.

A muchos ilustrados les pareció un sacrilegio, incluido Giner de los Ríos, líder krausista y fundador de la Institución Libre de Enseñanza. Pese a ser amigo y mentor de la Pardo Bazán, la reconvino severamente por haber incidido para ganar el concurso. Era bajo plica, y dio a conocer su nombre. El fallo dejó a la gran y reconocida intelectual que ya era Concepción Arenal, a sus 56 años, en una posición poco airosa.

Con el paso del tiempo se atenuó el encono, pero aquella relación incómoda que se había creado entre ambas personalidades gallegas, feministas y famosas, nunca llegó a recomponerse por completo.

Debieron pasar muchos años para que los apellidos de Arenal y Pardo Bazán volvieran a coincidir. Fue en Vigo, en 1914. Hacía dos años que el Ayuntamiento había erigido el gran monumento a Concepción Arenal que saluda a la entrada del Cementerio de Pereiró, a donde fueron trasladados sus restos desde el de Picacho.

Es su hijo, Fernando García Arenal, que había sido ingeniero director de las Obras del Puerto, quien restauró la relación con la condesa. Ambos aceptaron formar parte del jurado del Concurso de los Juegos Florales, que organizó ese año la Comisión Popular, junto al historiador y pedagogo, Rafael Altamira. Un jurado de lujo.

Dos de los apellidos más ilustres de la aristocracia intelectual gallega, Arenal y Pardo Bazán, enfrentados hacía cuarenta años en Ourense, se reencontraron en Vigo para firmar definitivamente la paz.

Fue un año truculento por el brote tifoideo, que precedió al comienzo de la Gran Guerra, a causa de la infección de las aguas, que se llevó por delante a decenas de vigueses y obligó a suspender los Juegos y las fiestas. Debieron trasladarse al año siguiente.

Vigo es lugar de convergencia de las mayores personalidades femeninas gallegas, lo que aporta un plus a la ciudad en lo cultural y resalta el ámbito de la igualdad. Concepción Arenal llegó para quedarse definitivamente, la condesa de Pardo Bazán pasó varios veranos y se extasió con las puestas de sol, Rosalía residió en Vigo varias semanas, cuando Murguía ejerció de director de "El Miño", por ausencia de Compañel, y Sofía Casanova dio una conferencia memorable en la sociedad La Oliva, en 1918.

Vigo es lugar de paso y paseo de las mujeres gallegas más prestigiosas, y a todas ellas debe extenderse la exitosa iniciativa de las rutas literarias guiadas.

Ahora que la profesora Anna Caballé ultima la biografía definitiva de Concepción Arenal, que moró los tres últimos años de vida en Vigo, debiera acentuarse la atención sobre esta figura insigne, tan vinculada a la ciudad. Por eso deben resaltarse los lugares simbólicos. El pazo de los Núñez, en el que residió, desaparecido desde 1949, y cuyo solar, junto al convento de los Capuchinos, "camino por medio", dice Espinosa en su "Tierra de Fragoso", es hoy desconocido. Pero queda su magnífica balaustrada, repuesta en un lugar del jardín del pazo de Castrelos, que merece una señalización in situ y una referencia en los folletos indicativos.

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