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Ceferino de Blas.

Aeropuerto, capital Vigo

Hay una fotografía de Ángel Barreiro en este periódico que es el vivo testimonio de la eficacia de las instituciones cuando colaboran.

La imagen recoge el momento en que el presidente de la Diputación de Pontevedra, Mariano Rajoy, firma el convenio con un representante de Aviaco y el alcalde de Vigo, Manuel Soto, para que la compañía aérea opere desde Peinador.

Era el 10 de abril de 1985. Una fecha remarcable en el devenir del Aeropuerto del Sur de Galicia, en la que se restablece la línea Barcelona-Vigo, que estuvo suspendida durante un año.

Ayuntamiento y Diputación comprometieron una ocupación mínima de pasajeros con una garantía de 19.500.000 pesetas.

Presidente de la Diputación y alcalde representaban dos partidos políticos rivales, pero el interés común limaba las diferencias.

La experiencia provincial de Mariano Rajoy no cabe duda de que subyace en la defensa a ultranza de su partido de la vigencia de las Diputaciones, por cuya desaparición abogan otros. En la interpretación del hoy presidente del Gobierno, son parte necesaria del buen funcionamiento de la administración territorial. Como él mismo demostró, cuando las Diputaciones cumplen con la misión de velar por los intereses provinciales están justificadas.

Durante tiempos recientes y difíciles, en plena crisis, la Diputación Provincial fue renuente con el Ayuntamiento de Vigo. Además, hizo pinza con su formación política de la ciudad, al rechazar la colaboración económica para que compañías aéreas operasen en Peinador, a diferencia de lo que ocurría en los otros aeropuertos gallegos. La excusa era que ya se había invertido anteriormente y no se habían consolidado viajeros, de ahí la negativa a aceptar la petición del alcalde Caballero.

El resultado fue una tremenda caída del pasaje. Una parte se fue a Lavacolla, que estaba primado por el Ayuntamiento de Santiago y la Xunta, y la otra, con consecuencias aún peores, pasó a engrosar el creciente número de gallegos que ha acaparado el aeropuerto de Oporto.

Han tenido que venir a resolver el problema las urnas, que dieron al alcalde capacidad para manejar el presupuesto, y llegar a la Diputación una viguesa para que se firmasen convenios de colaboración con más compañías. La consecuencia es que volvieron los viajeros a Peinador.

Las estadísticas no sentaron bien en Santiago ni Oporto, cuyos regidores pusieron el grito en el cielo porque los pasajeros que se desviaban a sus aeropuertos, cuando en Vigo no había frecuencias aéreas, eligen ahora Peinador.

Aunque haya quien piense y desee que Vigo sea una ciudad al margen de la provincia, Vigo es provincia. Son los que siempre trataron por todos los medios de que un vigués no fuera presidente de la Diputación. De hecho, son contados los que ostentaron el bastón de mando provincial. Aunque de vez en cuando, como ocurre ahora, toca.

Como es evidente, y demuestra el ejemplo de Rajoy, Vigo es una parte proporcional, y fundamental, de los intereses provinciales. Esa proporcionalidad conlleva que el organismo territorial debe corresponder con la ciudad en una doble dirección: en la que se refiere al municipio, y en la que atañe a las competencias en las que representa a la provincia, como es el caso de Peinador.

Porque decir aeropuerto en el Sur de Galicia es decir Vigo.

En ese ámbito -y aquí el área metropolitana tiene mucho que pintar, ya que su emplazamiento geográfico abarca Mos-, Vigo es más que nunca provincia, y debe seguir defendiendo sus intereses. Si en el mes de enero ha perdido tráfico porque los viajes del Inserso se han desviado a Lavacolla, está en su obligación reclamar lo que le compete. Porque, no se olvide, en Galicia existen tres aeropuertos, como existen tres universidades, y muchos más triplicados, y mientras esto sea así cada responsable está en la obligación de demandar el máximo para su territorio.

La autoridad superior, la que sea, haría mal en intentar decantar la balanza hacia los intereses de un aeropuerto concreto. Aunque en la mente de algunos se piense que hay uno central de Galicia, no existe. La masa de pasajeros gallegos es limitada, y si uno crece es que sustrae pasaje a los otros.

Solo Vigo, por ubicación, es capaz de captar tráfico de otros territorios, como se demuestra ahora con los vuelos de la TAP, y fue posible en otro tiempo hasta que Oporto construyó su nuevo aeropuerto.

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