Quien no se consuela es porque no quiere. Dicen que el AVE llegará a Galicia en 2019 o tres años después, cuando estaba previsto para 2011. Pero en el peor de los casos no tardará tanto como otro proyecto ferroviario tan necesario que soliviantó a Galicia, se trató infinidad de veces en las Cortes e hizo correr ríos de tinta.
Hasta que, por fin, el 1 de julio de 1957, su finalización hizo exclamar a un editorialista: "Se inaugura una obra de la máxima trascendencia, que durante muchos años ha sido un vivo anhelo colectivo, pero que iba para utopía". Se trataba del ferrocarril Zamora-Ourense.
El mismísimo Francisco Franco acudió a Ourense a la inauguración. En aquel "día histórico", los oradores recordaron a las generaciones que durante ochenta años esperaron por este tren que "definía una época y resolvía una aspiración regional".
Como ocurre ahora con el AVE, el proyecto del ferrocarril Zamora-Ourense sufrió múltiples vicisitudes y las obras se empantanaron en el tramo entre Puebla de Sanabria y la provincia de Ourense.
Para los vigueses y los gallegos del sur era una exigencia ineludible acortar el recorrido para acceder a la Meseta y el traslado a Madrid, que debía hacerse por Monforte.
Los orígenes remotos de aquella línea ferroviaria databan de 1880 cuando se constituyó la empresa para explotar los ferrocarriles de Medina del Campo a Zamora, y de Ourense a Vigo, que entraron en funcionamiento, respectivamente, en 1886 y 1881.
En sus planes entraba prolongar ambas concesiones con el enlace de Zamora a Ourense para completar el recorrido. Pero la escasa capacidad financiera de los promotores impidió afrontar con garantías una obra de esa magnitud. Y se eternizó.
La redacción definitiva del proyecto de dicho tramo no se presentó hasta 1920 y nadie concursó para realizar la obra.
Fue en febrero de 1927, y a pesar de la oposición de las compañías ferroviarias del norte que veían peligrar sus tráficos a Galicia, cuando comenzaron los trabajos.
Pero el final de la dictadura de Primo de Rivera supuso un nuevo frenazo. Además menudearon las críticas de quienes consideraban un despilfarro -como hacen ahora los políticos catalanes- invertir 600 millones de pesetas en un ferrocarril que atravesaba un territorio no rentable. Argumentaban que no compensaba esa inversión para acortar el recorrido de 87 kilómetros a A Coruña y de 158 a Vigo con Madrid.
Planteaban como alternativa la línea ya existente de Ávila a Salamanca y Astorga, u otra nueva de Medina a Benavente, de trazado más fácil, y mucho más barata.
La llegada de la República en 1931 paralizó todos los proyectos de infraestructuras y derogó el Plan de Obras de Ferrocarriles de Urgente Construcción.
Pero este nuevo parón colmó la paciencia en Galicia, donde se desataron virulentas manifestaciones en Ourense y otras poblaciones, ante el temor de que se agravara el paro obrero.
Lustres Rivas, que emprendió en el mes de noviembre en FARO una dura campaña, escribía: "Si se suspenden las obras, Galicia se vería ante millares de parados, muchos millares de hombres privados de su jornal cotidiano".
La presión de la calle y la campañas de prensa hicieron rectificar al gobierno de la República y reanudar las obras. En 1935, el tramo más complicado, de Puebla de Sanabria a Orense, estaba realizado en un tercio.
La guerra civil paralizó de nuevo las obras, que no se reanudaron hasta noviembre de 1939, en que se declara el ferrocarril de Zamora a Ourense y A Coruña de urgente construcción. La urgencia, sin embargo, duró hasta 1957, por las dificultades técnicas -el tramo entre Sanabria y Lubián- y razones financieras.
Basta la enumeración de datos y fechas para advertir las similitudes existentes entre aquella obra del ferrocarril del siglo pasado y la del AVE. Cabe suponer que ni en el peor de los sueños -incluido el ramal directo de Cerdedo a Ourense, tan etéreo-, se demorará tanto, aunque haya quienes, como entonces, deseen que no se acabe nunca.
Nadie puede extrañarse que la gente esté irritada, y ni en un rasgo de humor es permisible mentar el refrán del que no se consuela porque haya precedentes peores.
En plena era de los "trenes bala", es inadmisible que Galicia vuelva a sufrir idénticos problemas con el ferrocarril que hace un siglo, cuando otras líneas del AVE hace décadas que están en uso, y no son zonas periféricas como el Noroeste.