Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

La enfermedad de San Hugo

La Orden de la Cartuja es en la actualidad una de las comunidades religiosas más antiguas de la Cristiandad. Fue fundada en 1804 por el alemán Bruno (Colonia, 1030 - Calabria, 1101), notable profesor de la escuela de la catedral de Reims, a la que dio fama europea. Cuando Bruno alcanzó gran notoriedad, decidió seguir su verdadera vocación y "abrazar la vida monástica". Con otros seis compañeros viajó a Grenoble para pedir ayuda al joven reformador Hugo (1052), que antes había sido su discípulo y ahora era obispo de esta diócesis (desde 1080 hasta 1132). Hugo había tenido un sueño premonitorio en el que Dios construía una morada en el centro de una montaña llamada Chartreuse (Cartuja), lugar selvático y muy poco habitado, de modo que vio en la llegada de los monjes la respuesta de la Providencia a este sueño misterioso. En junio de 1084 condujo allí a sus visitantes y en este lugar fue fundada la Orden de la Cartuja. Se construyeron de modo rápido celdas de madera. Una galería las unía a una capilla y a algunos edificios destinados a la vida comunitaria, ya que Bruno pensaba que era necesario asociar al rigor de una vida solitaria la vida fraternal y comunitaria. Lo que era un pobre refugio inicial se transformaría en la actual Grande Chartreuse. Desde el primer momento Bruno se convirtió en el director espiritual de Hugo y lo fue hasta que el prelado falleció en 1132, a los 80 años de edad. Con ello se cumplió lo que dice el Libro de los Proverbios: "Triunfa quien pide consejo a los sabios y acepta sus correcciones". A los dos años de su muerte, Hugo sería canonizado por el papa Inocencio II.

Después de seis años de vida en Chartreuse, y catapultado por el renombre de su fama, Bruno fue llamado por el papa Urbano II, que había sido uno de sus discípulos, para que le ayudase con sus consejos. No obstante, el Pontífice, consciente de la vocación inmensa de Bruno, le consintió crear un nuevo refugio de clausura en Calabria, a donde el moje se retiró y murió el 06 de octubre de 1101. Durante la primera etapa no se escribió ninguna regla de la Orden y se limitaron a seguir las costumbres instauradas por Bruno. Mas al fundar otros monasterios era imprescindible tener la norma escrita, cosa que hizo Guighes, quinto prior de la Orden, en el año 1125. En la actualidad hay 24 monasterios (19 de monjes y 4 de monjas) que observan los Estatutos de la Orden Cartujana, promulgados en 1989, después de la puesta a punto solicitada por el Concilio del Vaticano. Estos Estatutos proclaman el espíritu como la base de la vida solitaria: el silencio de la celda, el rezo continuo, el estudio y el trabajo humilde y pobre; pero también la vida fraternal, el rezo litúrgico en común y la obediencia al Prior y al Cabildo Genera de la Orden.

A España llegaron los cartujos desde la Provenza, en el siglo XII, y construyeron su primer monasterio en la Sierra de Montsant, la llamada Cartuja de Escaldei ("escalera de Dios"). Con la desamortización de Mendizábal (1853), esta Cartuja acabó convertida en ruinas que hoy se pueden visitar. En el momento actual hay cuatro Cartujas españolas.

Los cartujos son contemplativos y dedican, en el silencio, toda su existencia a Dios. Su vocación se desarrolla bajo dos formas. Por una parte, los Padres han recibido el sacerdocio y ejercen la función que les es propia. Por otro lado, la mayor parte del tiempo viven en el silencio de su casita, ermita o celda. Cada una estas celdas está completamente separada de las otras y, a su vez, adosadas al claustro. Los Hermanos, además de su vida contemplativa, ejecutan las obras necesarias para la vida del Monasterio. La soledad del cartujo no es dimisión, sino la elección activa de un espacio de libertad, el que expresa de forma plena el don de sí mismo a favor de la humanidad, y en la que alza permanentemente un rezo universal. La Orden de los cartujos afirma siempre, desde los primeros pasos de Bruno en las montañas de Chartreuse, una búsqueda universal, un ideal de verdad y una plenitud interior.

Apenas tenemos datos de la enfermedad que llevó a Bruno a la muerte. Se sabe que al final de su vida perdió la memoria y pasaba el día repitiendo salmos y rezando pradrenuestros.

Francisco de Zurbarán (Fuente de los Cantos, 1598 - Madrid, 1644) pintó a San Hugo en el óleo sobre lienzo San Hugo en el refectorio de los cartujos (ca. 1655), procedente la sacristía de la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla y hoy conservado en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. El estilo de Zurbarán está relacionado con naturalismo tenebrista, si bien el cuadro corresponde a una serie monástica propia del barroco sevillano y acorde con los postulados contrarreformistas, que exigían unas escenas muy comprensibles para los fieles.

La composición se divide en tres planos, quedando el primero reservado al paje y a San Hugo, el segundo al almuerzo simbólico y el tercero a los siete frailes fundadores de los cartujos. Estos están presididos por San Bruno, y se sitúan detrás de una mesa en forma de L, cubierta con un mantel que casi llega al suelo. Delante de cada cartujo están dispuestos unos platos de barro y unos trozos de pan. También aparecen dos jarras de cerámica de Tavera -con los escudos del obispo y de la Orden-, un cuenco boca abajo y unos cuchillos. En la pared posterior, colgado sobre las cabezas de los frailes, se representa otro cuadro con la Virgen y el Niño con San Juan Bautista, patronos de la orden, utilizando así el recurso de un cuadro dentro de otro. Es curiosa la vestimenta del paje pues sitúa la obra cronológicamente, ya que el cuello a la italiana, el jubón de largos calzones y la menor volumetría de las calzas, se encuentran a partir de 1635. Destaca el blanco de los hábitos y del mantel, así como la quietud, la dignidad y el estatismo que reflejan la paz cartujana.

La escena refleja un milagro acontecido el domingo anterior al Miércoles de Ceniza, hacia el año 1084, en la cartuja de Grenoble. San Hugo les envió carne, alimento que contravenía las normas que seguían, por lo que provocó una discusión sobre la conveniencia de practicar o no la abstinencia ese día. Mientras discutían quedaron sumidos en un profundo sueño que duró toda la Cuaresma. El miércoles Santo, San Hugo, que había estado ausente, fue a verlos y los sorprendió despertándose, comprobando que no tenían noción del tiempo transcurrido. Entonces miró a los platos y vio que la carne se convertía en ceniza, interpretando que debían intensificar aún más la mortificación, la austeridad y seguir la regla que les prohibía comer carne, sin excepciones.

En el primer plano, el paje está en el centro y situado por delante, a la derecha y ángulo de la mesa se representa a San Hugo, encorvado, rígido y apoyando su mano izquierda sobre un bastón, mientras que con la derecha señala uno de los platos. La postura anormal del tronco con una marcada flexión toráco-lumbar y la inclinación hacia delante de la cabeza son muy evidentes. Da la sensación de que marcha de forma lenta y torpe. Su facies es inexpresiva y la boca está entreabierta y sialorreica (acumulación de saliva y babeo).

El trastorno postural caracterizado por la flexión permanente del tronco en flexión durante la bipedestación y la marcha, que desaparecería en al acostarse boca arriba, se denomina camptocormia. Es un síndrome asociado a diversas etiologías, entre otras, parkinsonismo, fenómenos distónicos, alteraciones neuromusculares, deformidades en la columna vertebral, enfermedad vascular cerebral, fenómenos conversivos, efectos secundarios de medicamentos y otras. En el caso del San Hugo, la asociación con los otros signos antes descritos nos lleva a establecer que el modelo que Zurbarán utilizó para representar a San Hugo, padecía enfermedad de Parkinson. Es una enfermedad orgánica de causa desconocida, cuyas manifestaciones se deben a la disminución de una sustancia llamada dopamina en el núcleo estriado del cerebro, como consecuencia de cambios degenerativos en determinadas zonas del encéfalo. Varios autores han analizado esta pintura desde la óptica médica, llegando a parecidos conclusiones. Quiero citar a Josep Lluís Martí I Vilalta, Roberto Cano de la Cuerda y a Alberto González Aguilar.

La pintura de Zurbarán es un nuevo ejemplo, entre otros -algunos los hemos traído a estos sueltos de Faro de Vigo-, del alma científica del arte, es decir de la aplicación de unas habilidades para expresar, mediante materiales y técnicas, el estado de salud o enfermedad de los representados por el artista. La definición concreta de esta relación entre arte y medicina entra dentro de la expresada por Émile Zola (Les réalistes du Salon, 1866): "Una obra de arte es un ángulo de la creación visto a través de un temperamento", en el que por caminos diferentes selecciona temas científicos o técnicos. Las obras de arte, sobre todo la pintura, dejan imágenes notariales de la naturaleza y sus alteraciones. En el caso de la representación de la enfermedad, unas veces son imágenes profundas y descarnadas, incluso caricaturescas, y en otras ocasiones son retratos atenuados por la piedad del artista. Las "pinturas clínicas", incluso han sido utilizadas como recurso docente en medicina, con la particularidad de que fomenta las competencias humanísticas en las carreras de Ciencias de la Salud.

Compartir el artículo

stats