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Joaquín Rábago.

La derecha religiosa, en el equipo de Trump

Ya el gran pensador francés Alexis de Tocqueville habló en su libro clásico "La Democracia en América" del importante papel de la religión en Estados Unidos.

Un papel que él consideraba entonces positivo como referente moral frente al individualismo, el materialismo y la amenaza de despotismo democrático en aquella nueva sociedad.

Estaba seguramente Tocqueville lejos de imaginarse la influencia que tendrían casi dos siglos más tarde las religiones establecidas, sobre todo las evangélicas, en la dirección política del país.

Sobre todo a partir de los años setenta del siglo pasado, con la fundación por Jerry Falwell de la Mayoría Moral, convertida en un poderoso grupo de presión a favor de las causas más reaccionarias y fuente de financiación de los candidatos más conservadores.

Darwinista solo en lo social, para esa derecha evangélica, la pobreza de los individuos se explica en términos de fracaso moral: es decir, los pobres son siempre culpables de su propia desgracia.

Ferozmente anticomunista durante toda la guerra fría y defensora a muerte de los derechos individuales, esa derecha rechaza, por el contrario, la teoría de la evolución de Darwin, que quiere ver sustituida en las escuelas por el creacionismo.

Es además partidaria de Israel no solo por su repugnancia hacia todo lo que representa el Islam, sino por ver en la fundación del Estado judío el cumplimiento de una profecía bíblica.

Muchos representantes de esa derecha religiosa, que tanta influencia tuvo en el surgimiento del llamado Tea Party, figuran en el primer gabinete nombrado por el presidente Donald Trump.

Como ha señalado el profesor de teología de la Universidad de Georgetown Gerard Mannion, muchos de los miembros del equipo de Trump se muestran especialmente beligerantes en defensa de sus creencias.

Su jefe de gabinete, Richard Priebus, pertenece a la iglesia greco-ortodoxa de Santa Sofía, en Washington, pero también milita en la Grace Community Church, evangélica, donde ha fundado un círculo bíblico conservador para matrimonios jóvenes.

Presbiterianos como el propio presidente son el designado para dirigir la CIA, Mike Pompeo, y el futuro ministro de Sanidad, Tom Price, activo a su vez en una comunidad baptista fundamentalista.

El ministro de Justicia, Jeff Sessions, pertenece a la Iglesia Metodista Unida, y es conocido por sus posturas radicales: "¿Cómo se va a poder gobernar un país un laico que no cree que la verdad exista?", se le oyó decir en un debate.

El yerno y estrecho colaborador de Trump, Jared Kushner, es judío y no oculta su solidaridad con Israel, país cuya capital el nuevo presidente quiere trasladar de Tel Aviv a Jerusalén, lo que puede provocar un incendio.

Algunos miembros de su equipo son además negacionistas en materia de cambio climático, postura muy extendida también en la derecha evangélica.

Entre ellos, colmo de la provocación, está el elegido para dirigir la Agencia para la Protección del Medio Ambiente.

Para garantizarse, por otro lado, el importante voto católico, Trump nombró a un grupo de asesores procedentes de su ala más conservadora como el exaspirante a la presidencia Rick Santorono y el fundador de la empresa "Domino's Pizza", Thomas Monaghan.

¿Qué diría de todo ello el liberal Tocqueville si levantara la cabeza?

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