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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La confianza

Bien mirado, aunque sea, como resulta habitual, desde un particular punto de vista, lo que ha pasado este fin de semana en A Coruña es otra prueba de que todo eso de las mociones de confianza y de censura rozan, cuando no entran de lleno, el esperpento. Porque pese a que el señor Ferreiro no logró el respaldo de los que directamente le eligieron, seguirá siendo alcalde. Con plena legalidad si no hay censura en un mes, pero con más que dudosa legitimidad.

Y no se trata de pillar moscas por el rabo, ni tampoco de hacer una crítica personal al primer edil herculino. Sólo de insistir en lo absurdo que parece que un alcalde que carece de la confianza de la mayoría de la corporación pueda seguir siéndolo porque los mismos que se la niegan no se ponen de acuerdo para designar a otro, y ha de seguir en su puesto. Cabría habilitar el lema latino y hablar de absurda lex, sed lex.

Conste que no se pretende aquí despreciar la norma, pero sí resaltar cuánto puede llegar a tener de escasa eficacia y por tanto la obvia necesidad de modificarla. En qué sentido y hasta dónde es tarea de los doctores que sin duda tiene la madre iglesia democrática. Lo que no tiene lógica es que, como hace el PSOE, le retire la confianza a quien se la dio y después se niegue a removerle del puesto. Es verdad que el refrán español advierte eso de que "detrás de mí vendrá quien bueno me hará", pero no es consuelo.

Conste que entre los jueguecitos propios de salón de té que practican las diferentes corrientes socialistas coruñesas, y el deseo del alcalde de que "no le toquen las narices" -así lo dijo él mismo-, los perjudicados principales son los habitantes de la ciudad: sin presupuestos, o con ellos prorrogados, pocos proyectos saldrán adelante y la vida económica se resentirá.

Pero eso ya lo saben todos allí, y les importa menos que sus respectivos partidos se lleven el gato al agua. Resulta inaceptable para cualquiera que busque el bien común, pero es empeño, en apariencia cuando menos, desde el alcalde al último de los ediles, aplicar a su modo la teoría de Clausewitz: "c´est la guerre". Y añadía que consiste en la política por otros medios.

Item más: el episodio coruñés refuerza la opinión de quienes creen que toda la oratoria que pretende justificar las mociones de confianza o censura carece -salvo en casos muy extremos- de toda justificación, y sirve sólo para camuflar o excusar las intenciones particulares de las diferentes organizaciones políticas, y a veces sólo los personales de quienes las dirigen. Y eso, guste o no leerlo, es una democracia, cuando mucho, de tercera clase.

¿O no...?

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