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Los de aquí, que se pudran

Da mucha alegría esto de vivir en una Europa tan concienciada en la que prima el respeto a los derechos humanos frente a la política xenófoba de Donald Trump. Los líderes europeos han enarbolado la bandera de las libertades rechazando el veto del presidente norteamericano a los inmigrantes de Irak, Irán, Sudán, Somalia, Siria, Libia y Yemen, todos de mayoría musulmana.

Da gusto escuchar a la cancillera alemana, Angela Merkel, afirmar que la lucha contra el terrorismo no justifica poner bajo sospecha a una comunidad entera y recordar que la Convención de Ginebra obliga a los firmantes, entre los que se encuentra EE UU, a acoger refugiados de guerra. Da gusto ver al presidente de Francia, François Hollande, recordando que "el combate para la defensa de nuestras democracias no es eficaz más que si nos enmarcamos en el respeto de los principios que las sustentan, en particular la acogida de refugiados". Da gusto oír a la primera ministra británica, Theresa May, criticar la decisión de Trump, igual que han hecho los gobiernos de Italia, Bélgica, Holanda, Austria y Portugal, entre otros muchos. Da gusto hasta escuchar a Rajoy decir que "yo no estoy a favor de los vetos ni de las fronteras".

No sé a ustedes, a mí me da ganas de llorar de emoción ver a esta Europa unida en defensa de los inmigrantes apoyando las movilizaciones que hay en Estados Unidos contra la medida y firmando esas campañas de protesta que circulan por las redes sociales. Ya imagino una cumbre de mandatarios cogidos de la mano mientras sobrevuelan palomas y suena el Himno a la Alegría a toda leche. Los pelos como escarpias, oye.

Lo que no acabo de entender entre tanta proclama humanitaria es qué hacen más de 60.000 refugiados, sirios en su mayoría que huyen de la guerra, helándose en Grecia intentando cruzar las fronteras para llegar al resto de Europa, ni cómo se soportan esas fotos de ropa tendida helada entre Hungría y Serbia, de familias viviendo en tiendas de campaña a 17º bajo cero y de personas muriendo por falta de ayuda. Los países europeos ignoran la tragedia humana en el continente e incumplen sus compromisos de acogimiento de refugiados. Los de aquí, que se pudran. Es más fácil para nuestros mandatarios mirar hacia otro lado.

Trump ahora se lo ha puesto a huevo.

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