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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La decepción

A estas horas, y con la digestión de la noticia todavía a medias, una cosa es segura: no hay un solo/a gallego/a que no se sienta decepcionado por el enésimo retraso en el remate de las obras del AVE Madrid-Galicia tantas veces prometido. Y podría añadirse otra seguridad, como opinión personal de quien esto escribe: el primer lugar en la fila de los decepcionados es para el señor presidente Feijóo, que viajó a Madrid a exigir, no sólo a preguntar y menos aún a mendigar.

(Es evidente que cuanto se deja dicho no pasa de presunción, pues quien lo firma no estaba allí para luego jurar haberlo oído. Pero aún así hay pistas: la frase misma con la que don Alberto Núñez describió el retraso añadido -"un deslizamiento de las fechas", dijo- revela un nivel de enfado que, para quien conozca un mínino al presidente, sabe que sobrepasaba las cotas de lo política y diplomáticamente correcto.)

Hace unos días, aquí se definía -en clave de humor amargo- este asunto del AVE gallego como el interminable cuento de la buena pipa, se manifestaba pesimismo acerca de las gestiomes ante el locuaz De la Serna y se recordó que la obra, de Fomento, ha pasado por varios gobiernos y muchos ministros y nadie obtuvo un solo adelanto. Si acaso, numerosos "deslizamientos en las fechas", siempre hacia peor.

Y por lo que se refiere a la actitud de los varios gobiernos gallegos que se han batido con el problema, es justo y necesario señalar que todos lo hicieron a cara de perro y plena conciencia de lo que sigifica para Galicia. Primero fue Fraga, que consiguió evitar un cambio sustantivo en el proyecto; después Pérez Touriño, que resistió la hostilidad de Magdalena Álvarez y ahora Feijóo, que ha impedido la vuelta atrás al precio de ceder unos pocos meses.

Esta es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Y a partir de ella hay que exigir las responsabilidades a quienes las tienen, que no son precisamente los ocupantes de San Caetano. Se les podría reprochar, quizá, que todos ellos tomaron parte en la decepción, pero sólo porque acaso dejaron creer que podían hacer más de lo que realmente estaba a su alcance. Pero no sería justo; en parte gracias a ellos hay todavía la esperanza de un AVE, aún tardío.

Y, ya puestos, desde luego quienes no tienen la culpa de todo esto son Galicia y los/as gallegos/as. Los habitantes de este antiguo Reino se limitaron a confiar en que los que de verdad podían, lo harían en tiempo y forma. Si acaso se les -nos- puede reprochar la escasa capacidad para los proyectos comunes, para que los "de país" lo sean de verdad, pero eso se aprende. Naturalmente, siempre que haya buenos maestros.

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