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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

Acelerar la desconexión

A los que tenemos modestos conocimientos de Historia -poco más de lo aprendido en el Bachillerato y en la Universidad- nos resulta difícil recordar algún proceso de independencia nacional que no haya sido acompañado por enfrentamientos violentos y en la mayoría de los casos por una guerra. Unas veces la guerra era contra el invasor de un Estado soberano, como la Guerra de la Independencia española contra las tropas napoleónicas (1808-1814), y en otras la guerra se hacía contra la potencia colonial que explotaba territorios que hasta entonces nunca se habían organizado como entidades soberanas. En cualquier caso, ninguno de esos procesos fue pacífico.

La Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776) estuvo precedida de una guerra contra Gran Bretaña, y su expansión territorial dio lugar a otra con México (1846-1848), a innumerables operaciones militares genocidas contra las tribus indias, y por fin a una guerra contra los estados secesionistas del Sur partidarios de la esclavitud (1861-1865).

Y sin salirse del continente americano, algo parecido ocurrió respecto de los virreinatos españoles que fueron proclamándose independientes de la metrópoli tras las respectivas guerras. Venezuela alcanzó la independencia parcial en 1811, Argentina en 1816, Chile en 1818, Perú y México en 1821y así sucesivamente.

Pero si volvemos a cruzar el océano Atlántico en dirección contraria el muestrario de la violencia no difiere mucho. Irlanda, por ejemplo, se independizó de Gran Bretaña tras un largo conflicto armado que comienza en 1916 y culmina en 1949. Y algo parecido cabe decir del proceso descolonizador de África, algunos de cuyos episodios fueron seguidos con especial interés por los medios occidentales como los casos de Argelia, independiente en 1954, las dos repúblicas del Congo en 1960, o las antiguas provincias portuguesas de Angola y Mozambique que lo fueron en 1975 tras la llamada Revolución de los Claveles. E incluso hubo violencia y represión en el camino hacia la independencia de la India y de Paquistán pese al liderazgo de un pacifista de la talla de Gandhi que acabó siendo asesinado por un fanático.

A esta regla general hay, no obstante, que oponer las excepciones de Eslovenia en 1991, poco antes de que estallase la sangrienta Guerra de Yugoslavia ,y la partición de la antigua Checoslovaquia para formar en 1993 los estados independientes de la República Checa y de Eslovaquia.

Recuerdo lo que antecede porque en el viejo estado español tenemos el caso de la autonomía de Cataluña cuyo gobierno pretende formar un estado independiente antes de que termine el año mediante un proceso nunca visto en el mundo que los independentistas llaman "desconexión". Y a tal efecto han encargado a un selecto grupo de juristas que redacten un texto que permita salvar el escollo de la Constitución española que no solo no permite la independencia de una parte de su territorio sino que ha encomendado al ejército la obligación de mantener la integridad del mismo.

El obstáculo parece formidable pero no detiene a los independentistas que parecen decididos a convocar un ilegal referéndum para pulsar la opinión de la ciudadanía catalana. Y si esta les brinda su apoyo, sea cual fuere el porcentaje, proceder a la "desconexión". Como quien le corta la corriente eléctrica a un abonado que no paga el recibo de la luz. Me temo que resulte algo más complicado.

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