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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Lo que lava el agua

Una empresa española de sanitarios ha lanzado una ingeniosa campaña de publicidad para despertar la curiosidad del público sobre un retrete innovador que a sus funciones habituales suma, al parecer, los usos de ese compañero de cuarto de baño que conocemos por el nombre de bidé. Y el mensaje principal del reclamo es tan intrigante como discreto: "Si todo lo lavamos con agua, ¿por qué no lo lavamos todo con agua?". La propuesta tiene una lógica aplastante. Si nos lavamos la cara, las manos y todo el cuerpo en general con agua porque hemos de hacer una excepción con esa parte de nuestra anatomía que más lo necesita. Luego, el anuncio, en letras más pequeñas, nos aclara que se trata de un WC que lava con agua las posaderas sin necesidad de que el usuario cambie de postura o se vea obligado a incómodos desplazamientos en busca del bidé, un viaje que en el caso de los varones se hace especialmente dificultoso.

Con los pantalones bajos y a la altura de los tobillos uno camina en una forma parecida a como lo hacen los presos peligrosos cuando les ponen el cepo en las cárceles de máxima seguridad. Por último, la empresa nos invita a reflexionar sobre una obviedad. "Piénsalo bien, solo hay algo que te garantiza la máxima higiene. El agua". Y tiene toda la razón, no hay nada como el agua para limpiar la suciedad. Es una verdad incontrovertible que expresada con brevedad suena como las recomendaciones de un tratado de sabiduría. Ahora bien, la necesidad de un nuevo artefacto que resuma las funciones del retrete y del bidé viene dada por la ofensiva lanzada en estos últimos años contra el segundo de los citados.

La reducción de espacio de los cuartos de baño es correlativa con la reducción de espacio de las viviendas. La gente eliminó primero el bidé, por considerarlo superfluo, y luego la emprendió contra la bañera. La campaña contra la bañera y su sustitución por un plato de ducha fue intensa y feroz y hasta se recurrió al concurso de una veterana y conocida actriz para cantar las ventajas del uno sobre la otra. Sobre todo respecto de la seguridad de los usuarios. Al parecer, las personas mayores se rompían la crisma al entrar y salir de la bañera, eran incapaces de superar con agilidad la altura de los costados, y las fracturas de cadera menudeaban con el consiguiente gasto para la Seguridad Social.

La marcha hacia la confortabilidad en la higiene íntima ha sido larga y hace un siglo no eran muchos los que disponían de un cuarto de baño con comodidades que incluyesen en su inventario el bidé, un utensilio que se asociaba muchas veces con la vida golfa. Cuenta el escritor gerundense Josep Pla que buscando alojamiento por las calles de Madrid se encontró con un cartel que anunciaba "Espléndidos y espaciosos cuartos de baño". Subió a verlos. De los varios ofrecidos solo había uno y la bañera del único existente estaba llena de tiestos con flores, aunque la dueña de la pensión le prometió que los quitaría para que pudiera bañarse. "El cuarto estará siempre libre -le dijo- porque en Madrid se lava muy poca gente, casi nadie". Y tampoco había bidé.

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