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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La Conferencia

Pues sí, señor: es bastante cierto eso de que "en este mundo traidor -y en el de la política ni se diga- nada es verdad o mentira, sino del color del cristal con que se mira". Por eso, resulta difícil obtener un balance más o menos equilibrado de la Conferencia de Presidentes, una idea de Fraga que aplicó Zapatero y que a Rajoy no le convenció hasta que perdió la mayoría absoluta y necesita de acuerdos con sus rivales para poder gobernar.

Y es que, por lo que han dicho casi todos en sus prioridades era evidente el ánimo de establecer los acuerdos para sacar adelante problemas que a todos afectaban. Los hubo en asuntos relativamente menores y se dibujaron en otros de abolengo, entre ellos la "estrella", que era la financiación autonómica. Es verdad que en esta última la entente fue solo parcial y que su firma se fía para largo -un año, o así-, pero no hay que olvidar que menos es nada.

Pero hubo algo significativo: todos los que estuvieron allí evidenciaron voluntad de ponerse de acuerdo. Del mismo modo que todos defendieron la exigencia de soluciones más o menos inmediatas para sus propios problemas. Y también en eso, que otras veces impidió el entendimiento, en esta se había trabajado bien, y dos de las cuestiones más peliagudas se incluyeron en la "agenda del Estado": la crisis demográfica y la cuestión sanitaria. Y eso, que en cierto modo las sitúa au-dessus de la mêlée, limará asperezas y quizá ayude a la hora de entrar en el reparto.

Lo que está por ver todavía es si los destinatarios entendieron bien el sentido del mensaje del presidente del Gobierno y están dispuestos a asumirlo. Porque el señor Rajoy, apelando -como siempre- al sentido común, recordó que hay 20.000 millones de ingresos menos que en el último año de bonanza y 40.000 millones más en gasto social, sobre todo de pensiones. Y que eso condicionará bastante el reparto.

Seguramente su señoría don Mariano supuso lo de que a buen entendedor pocas palabras bastan y que, siendo sus interlocutores todos gobernantes, sabrían perfectamente el resumen: que la tarta es más pequeña, los comensales más voraces y o se llega a una entente lo más cordial posible o el asunto acabará en manos del señor Montoro y sus colaboradores y eso es garantía casi plena de disgustos.

¡Ah! Y otra nota positiva: que todos los presentes estuvieron de acuerdo en que la ausencia del presidente catalán no sería aceptada como aviso y menos como chantaje. De forma que si no está de acuerdo con lo que en su momento se decida, peor para él y también para su Comunidad. Y de eso nadie se alegrará, pero tampoco llorará.

¿Verdad...?

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