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Joaquín Rábago.

Obama: luces y sombras

Elogian los comentaristas de todo el mundo lo que ha sido la presidencia del primer negro en alcanzar la Casa Blanca.

Alaban su decencia, la falta de escándalos, su elegante oratoria así como la gracia con la que ha ocupado ese puesto, y comparan tantas virtudes con lo que se teme que puedan ser los próximos cuatro años con Donald Trump en la Oficina Oval.

Pero no todo son luces en los ocho años que Obama ha estado al frente de la superpotencia: se destaca, eso sí, el hecho de que Obama no se haya metido en aventuras militares tan desastrosas desde todos los puntos de vista como las de su predecesor George W. Bush.

Que se haya resistido, por ejemplo, a quienes no solo en su país, sino también en la Francia socialista llamaban a deshacerse cuanto antes del régimen sirio de Bashar al-Assad sin pensar demasiado en las consecuencias.

Otros le reprochan precisamente eso: el que con su desinterés en ese conflicto haya dado alas al presidente ruso, Vladimir Putin, ya envalentonado por su anexión de Crimea, a la vez que al Irán chiíta, aliados ambos de al-Assad.

No se puede olvidar tampoco que Obama, prematuro premio Nobel de la paz, si bien desautorizó el uso de torturas por la CIA, intensificó y normalizó el recurso a los drones militares para deshacerse extrajudicialmente de sus enemigos.

Bajo su presidencia, la CIA eliminó a miles de supuestos terroristas y de paso a centenares de civiles, muchos más que bajo George W. Bush, en ataques con drones en Yemen, Pakistán, Somalia y Libia, según han informado los propios medios estadounidenses.

Por distintos motivos, sobre todo la oposición republicana, Obama no ha logrado tampoco cumplir su compromiso de cerrar definitivamente la prisión militar de Guantánamo, donde llegó a haber cerca de ochocientos reclusos, muchos de ellos detenidos y mantenidos allí indefinidamente sin pruebas.

En su haber hay que apuntar el llamado Obamacare, que amplió la obligatoriedad del seguro sanitario a más de 22 millones de los casi 50 millones sin cobertura médica, pero que los republicanos se han comprometido a desmantelar cuanto antes sin explicar qué van a poner en su lugar.

En materia económica se le ha reprochado - y uno de sus críticos es el Nobel de Economía Joseph Stiglitz- el que cuando estalló, al inicio de su primer mandato, la crisis financiera, Obama se preocupase de salvar a los bancos y a sus accionistas en lugar de a la gente normal.

"Su equipo de economistas, integrado por personas con estrechos contactos con Wall Street, violó las reglas tradicionales del capitalismo para salvar a la elite, lo que confirmó las sospechas de millones de estadounidenses de que el sistema, como diría Trump, "está manipulado", escribe Stiglitz.

Este reconoce que en temas como la lucha contra el calentamiento del planeta, Obama al menos ha impulsado algunos cambios, pero en los asuntos económicos, se ha limitado a mantener el status quo neoliberal vigente desde hace treinta años según el cual "la globalización y la desregulación beneficiarán también a los de abajo".

Para el Nobel de Economía y profesor de la Universidad de Columbia, la estrategia seguida hasta ahora por los demócratas y adoptada por Hillary Clinton solo puede conducir a nuevas derrotas.

El Partido Demócrata solo tiene futuro, según Stiglitz, "si renuncia al neoliberalismo y opta por una política progresista como la que representan (los senadores) Elizabeth Warren, Bernie Sanders y Sherrod Brown".

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