LLUVIA, POR FAVOR
Que vivimos un año climatológicamente raro, raro, raro (que diría el doctor Iglesias) es una realidad. Es inusual escuchar a muchos que miran al cielo echando de menos que las nubes suelten agua e incluso quejarse de que, cuando cae, lo hace en cantidades ridículas que ni se notan, para volver a lucir de nuevo el sol a rabiar. Los hay que ven en ello los signos del fin del mundo, como si no se hubiesen vivido antes años de sequía, y de eso podemos hablar los que hemos hecho colas ante las fuentes públicas donde, el efecto de la escasez, hacía que cubos y garrafas se llenaran pinga a pinga. Sequías las ha habido siempre y problemas sobre todo en la época estival y hasta octubre o noviembre, en los peores años, también, y quien diga lo contrario, o no lo ha vivido o no quiere acordarse. Otra cosa es que en los tiempos que corren se tendría que hacer una previsión ante lo que parece una realidad, peligrosa realidad, y convencer a personal de que es ahora cuando hay que ahorrar el agua de los embalses racionando y racionalizando su consumo porque, si llegamos al estío con los depósitos vacíos será, desde luego, tiempo de lamentos. Esas campañas que se hacen cuando no hay agua deberían empezarse, ante el peligro, ahora para ir mentalizando a la gente de la importancia que no le damos en los tiempos de abundancia. La bíblica historia de José en Egipto es puramente cíclica y, ya de aquella?
FERNANDo chacón
