Cuando todo parecía perdido tras dos concursos desiertos, la construcción de la anhelada estación del AVE diseñada por Thom Mayne para Urzáiz puede convertirse en realidad al tercer intento. El último procedimiento abierto por Fomento ha conseguido convencer a Inmochan, la filial inmobiliaria de la cadena francesa Alcampo, para optar a su construcción y explotación comercial. A falta de determinar si la única oferta presentada cumple con los requisitos, el camino se torna, ahora sí, despejado. Llega el turno de que las distintas administraciones implicadas, Adif, Xunta y Concello, estén a la altura del desafío y sepan blindar como corresponde la seguridad jurídica del complejo intermodal para impulsarlo con la ley exprés. Para Vigo se trata de una oportunidad irrenunciable e irrepetible: materializar no solo una infraestructura estratégica esencial, sino uno de sus más importantes proyectos urbanísticos.

A la tercera puede ir la vencida. Han sido necesarios cinco años de licitaciones frustradas con dos concursos desiertos de por medio para que el objetivo esté más al alcance de la mano que nunca. Hay que atribuírselo por encima de todo al desvelo y tenacidad de la ministra saliente Ana Pastor, que nunca cejó en su firme compromiso de sacar adelante la estación de Mayne, ajustándola de manera que resultase eficiente y rentable.

Afortunadamente para Vigo, que el proyecto cayese en sus manos puede decirse que fue su salvación. Cuando llegó al ministerio en 2012, se daba por perdido con la renuncia expresa a ejecutarlo de dos compañías internacionales que inicialmente se habían interesado en él. El cambio de Gobierno con la consiguiente revisión de todos los planes en marcha y el brutal recorte de presupuestos, necesario para cumplir con el ajuste del déficit, vinieron a agrandar todos los temores. Pero lejos de guardarlo en un cajón, tras advertir a la ciudadanía de que no eran momento para el dispendio ni para gastar más de lo que se tiene, se apresuró a repasarlo a fondo para hacerlo viable, sorteando incluso las presiones de quienes en aquel momento centraban todos sus desvelos en mancillar sistemáticamente las legítimas aspiraciones de la ciudad.

Fruto de aquel empeño surgió el periodísticamente denominado Pacto de Urzáiz que ella lideró y que brotó con el apoyo incondicional del alcalde Abel Caballero junto con el respaldo de las demás fuerzas políticas municipales y de todos los agentes económicos y sociales de la ciudad. Aquel consenso hasta entonces inédito entre administraciones de distinto color marcó un hito en Vigo en la forma de cómo afrontar las iniciativas de interés colectivo. Y dio como resultado lo que parecía imposible: un acuerdo unánime para llevarlo a cabo.

Así logró acabarse el cajón ferroviario en Urzáiz y levantarse sobre él una estación provisional en superficie con los servicios básicos sin desistir del proyecto de Mayne. Haberla soterrado -la de Vigo es la última estación soterrada construida en España y probablemente lo sea por muchos años- permitirá ahora acometer la ambiciosa configuración del genial arquitecto neoyorkino. En esta ocasión, la terminal incluye además la estación de autobuses que inicialmente la Xunta había dejado descolgada pese a ser un equipamiento esencial y que ahora quiere convertir en la primera intermodal que entre en funcionamiento en Galicia. Es pues el momento de cumplir con la palabra dada.

Que haya una única oferta para su desarrollo -falta también por saber si la empresa aspira al proyecto reducido de 83,5 millones o al original, de 153- no garantiza la adjudicación del contrato pero abre las puertas a la esperanza. El propio estudio de Mayne ya se adelantó a refrendar que la propuesta presentada es respetuosa con la idea de su creador. Y el Concello de Vigo, por boca de su alcalde, lo ha calificado de logro histórico. Caballero ha expresado además su acuerdo con el proyecto de la estación de autobuses después de que Adif minimizase la expropiación de suelo que deberá afrontar el Concello. Y el nuevo ministro Iñigo de la Serna comunicó a Feijóo el pasado 5 de diciembre que su previsión era resolver la adjudicación este mes de enero, con el matiz de sentarse con el ayuntamiento para abordar conjuntamente algunas cuestiones pendientes.

La solución presentada solventa el principal escollo que existía hasta ahora entre las administraciones gallega y local a cuenta de las expropiaciones necesarias para construir los accesos a las dársenas de autobuses. De hecho, la nueva propuesta evita la costosa expropiación y derribo de varios edificios en Alfonso XIII y limita la ocupación de terrenos privados a 315 metros cuadrados.

A la espera de conocer los detalles, el principal acceso a la estación intermodal será ahora el puente de salida de Vigo por la AP-9 en la calle Lepanto, sobre Alfonso XIII, y también la salida principal se produciría directamente por la autopista. En todo caso, la magnitud de la obra en marcha obliga inexcusablemente a las administraciones y especialmente a Audasa a acometer de una vez por todas una solución digna a los accesos de la AP-9 a Vigo, más propios del tercermundismo que de la primera ciudad de Galicia.

También la Xunta ha expresado su interés por empezar de inmediato con la intermodal, aunque reclama a Adif que emita todos los informes que blinden el interés público y la accesibilidad de la terminal para poder tramitar el proyecto con todas las garantías valiéndose de la ley exprés, creada para salvar obras de interés general tras la suspensión del Plan Xeral. Es lógico que quiera garantías pero es Adif, o sea Fomento, quien le ha dado el visto bueno al plan y sería cuando menos sospechoso que lo que para Madrid está bien y se ajusta a la legislación para Santiago no. Unos y otros deben ponerse de acuerdo y con premura.

Así pues, con los cambios en marcha y el consenso de todos, sería suicida dejar pasar la oportunidad que supone para Vigo y su área albergar la estación de la alta velocidad de todo el sur costero de Galicia, sino la de dinamizar y revitalizar un espacio con enormes potencialidades urbanísticas que conforma un majestuoso balcón natural sobre la ría en pleno corazón de la ciudad. Su construcción conllevará la total transformación y revitalización de ese entorno único. Porque lo que está en juego es una obra que, además de dar un servicio, determinará durante generaciones una parte esencial del tejido urbano de la ciudad y la calidad de vida de miles de personas.

Es de celebrar que la estación de Mayne y la intermodal, y con ello la transformación urbanística de todo el entorno estén al alcance de la mano con una oferta encima de la mesa. Pero es la hora de superar la reválida y demostrar con hechos el compromiso con la ciudad por encima de cualquier otro interés. No se puede volver a fallar cuando lo que está en juego es nada menos que un hito urbanístico que marcará el Vigo del siglo XXI.