Se están dando en el presente una serie de incidentes en los partidos políticos relacionados con los resultados de sus congresos o de sus primarias, que a mi juicio no aportan mucho ni a la estabilidad de los partidos ni a la del sistema democrático. La vida política, en general, y en el presente caso de España, necesita de un poco de sosiego, si queremos que el país se recupere en todos los ámbitos y no solo en el económico. El ambiente de una democracia debe de ser siempre, siempre, siempre, el de prevalencia del espíritu de tolerancia, es decir, de profundo respeto sobre todo al adversario político con el que uno se confronta. Pretender que uno posee la verdad absoluta y desde ahí descalificar de mala manera al adversario, refleja un espíritu propio de iluminados, intolerantes, nada liberales y muy poco demócratas.

Pero si esto es especialmente cierto para la vida política en general, cobra especial relevancia cuando se trata de las competiciones internas en los partidos. Los congresos no son luchas ni guerras. Deberían de ser lo más parecido posible a una competición deportiva donde se compite a fondo durante la prueba, se hace el máximo esfuerzo por ganar, pero ni se ponen zancadillas al competidor, eso no vale, ni desde luego, y mucho menos, tras haber sido vencido noblemente, no se continúa la "competición" intentándole romper las piernas al ganador, a ver si así ya no gana en la próxima prueba: simplemente se felicita al ganador y se intenta en la próxima competición hacerlo mejor uno mismo. Si esto ya debería de ser así en la vida política general, resulta especialmente cierto en el caso de los partidos políticos. Un partido político es básicamente un equipo y la manera constitucional, en todas las democracias, de participar en la vida política. Por eso el trabajo de equipo es esencial y los equipos directivos se eligen en los congresos, pero una vez elegidos, salvo que prevalezca un deseo colectivo de suicidio, hay que terminar la confrontación electoral y dejar al equipo elegido que lo haga como mejor sepa, hasta el siguiente congreso donde el proceso se reabre.

Esto lo resumió de manera especialmente lúcida, el presidente Feijóo en su intervención tras el congreso del PP de Vigo, cuando dijo que en la vida de los partidos es tan importante saber ganar como saber perder. Y es que los que pierden en un congreso, realmente no pierden; simplemente no ganan y lo que procede es ponerse inmediatamente a la disposición del equipo elegido, para trabajar con él o para apartarse y dejarle hacer en paz. Prorrogar la campaña o las disputas tras los congresos es simplemente un suicidio colectivo. De igual manera los que tras ocupar puestos de responsabilidad se van, con todos los honores, no deben de dedicarse a hacerle la vida imposible a sus sucesores, entre otras cosas porque estos tienen todo el derecho a hacerlo a su manera; creerse en posesión de las esencias de un partido es simplemente de iluminados, que nunca han dado resultado en la vida política. Los Evangelios recogen una frase de Jesucristo muy contundente: "Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no se mantendrá en pie". No hace falta ser creyente para reconocer la sabiduría encerrada en dicha frase. ¿Y si reflexionáramos un poco sobre ello?