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José María de Loma.

Estrellas del rock

Estos artistas son de morirse anticipadamente

A veces se muere una estrella del rock. No pasa todos los días pero sí ocurre en algunas jornadas. Estás tan tranquilo planchando, escribiendo, comiendo nécoras o en tus cosas y lo oyes o te lo dicen o te lo chiva el Facebook: ha muerto una estrella del rock. Entonces rememoras aquella vez que fuiste a un concierto suyo y tratas de recordar quién te acompañó. Pero te duele la memoria, te sube el nivel de nostalgia, el dolor se te pasa a las articulaciones, un malestar gástrico se apodera de ti y maldices el momento en el que has puesto en marcha la máquina del recuerdo. Peor es no acordarse de nada, claro. Eso le pasa mucho a las estrellas del rock y a las amas de casa. A cada uno por un motivo diferente.

Tú le preguntas a un ama de casa qué cocinó ayer y lo más probable es que te salga con que tiene mucho que hacer y que no sabe ni dónde tiene la cabeza. Le preguntas a una estrella de rock qué comió ayer y te dice -para evadirse- que eso no es ninguna pregunta seria. Salvo, añado yo, que la entrevista sea para el Canal Cocina.

Las estrellas de rock son muy de morirse anticipadamente. La muerte siempre es inoportuna, pero los 27, los 28, los 53, los 62... no son edades para morirse. Puede que incluso la muerte llegue a veces en plena madurez creativa, lo cual es una putada no tanto para el muerto, que también, oiga, si no incluso para el resto del orbe, que se queda sin las hipotéticas composiciones que la tal estrella del rock hubiese podido perpetrar.

A veces algunos proclaman un pesar más grande por la muerte de una estrella de rock que por la de su propio padre. O a lo mejor, como las estrellas de rock suelen tener hijos por ahí desperdigados y no reconocidos, resulta que alguno de esos tuiteros compungidos lo están tanto por puro instinto filial. Creen saberse lo esencial de su ídolo pero ignoran lo más esencial de su biografía. Le podrían preguntar a su madre, pero a lo mejor es ama de casa y no se acuerda de nada. Tengo un amigo que toma un chupito por cada título que es capaz de recordar de una estrella del rock cuando esa estrella del rock palma. El problema viene, no tanto cuando la discografía del finado es amplia, y sí cuando el muerto no es claramente rockero. O sea, que más bien es un tanto tendente al pop o inclusive al bel canto. Ahí está el pobre, resacoso comiendo nécoras.

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