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Batallas de flanes

Al día siguiente del atentado contra la revista Charlie Hebdo, en París, en el que habían sido asesinados varios humoristas y dibujantes satíricos por unos yihadistas, di con un programa de humor de La Sexta, de esos en los que se supone que trabajan los equivalentes españoles de Charlie Hebdo. Pensé que el programa estaría dedicado a la memoria de sus colegas franceses, pero el programa fue avanzando y no aparecía ni una sola referencia al atentado. Al contrario, los participantes parecían estar celebrando algo muy divertido, una fiesta privada, tal vez, porque se reían mucho y hacían gestos graciosos y se levantaban y se sentaban continuamente. Y entonces un humorista famoso se puso hablar de esos albornoces que te dejan colgando al aire "la tortuguita", y luego habló con toda clase de aspavientos y conteneos de los tangas que "se te meten en sitios que ni sabías que existían". El plató entero estalló en carcajadas. El jolgorio fue en aumento al final del programa, cuando todo el equipo se puso a animar a gritos a unas chicas que participaban en un concurso de devorar flanes ("la batalla de los flanes", creo que se llamaba). Y así terminó el programa: sin una sola palabra de homenaje a los humoristas franceses asesinados. Ni un recuerdo, ni una mención, nada de nada.

Me quedé de piedra. Se supone que estábamos ante unos humoristas tan críticos y tan despiadados como sus colegas franceses, al menos en cuestiones de política, y sobre todo si salía a relucir la corrupción del PP. Y aquellos humoristas estaban obligados a rendir un pequeño homenaje a sus colegas, o como mínimo a nombrarlos y recordarlos -aunque solo fuera durante unos instantes-, pero no ocurrió nada de eso. El programa se hizo como si el día anterior no hubiera tenido lugar el más grave atentado contra la libertad de expresión que había tenido lugar en Europa en los últimos cincuenta años. ¿No quisieron comprometerse? ¿Les dio miedo? ¿Les pareció un tema demasiado serio o peliagudo para un público acostumbrado a unos contenidos siempre muy ligeros? No lo sé.

El próximo 7 de enero se cumplirá el segundo aniversario del atentado contra Charlie Hebdo, y desde entonces han ocurrido muchos más en suelo europeo (el último, el del mercadillo navideño de Berlín), pero me pregunto si la actitud de esos humoristas televisivos seguirá siendo la misma. ¿Seguirán pensando que el yihadismo es un asunto que no va con ellos? ¿Seguirán creyendo que su público se aburre si se le habla de muertos, de tiros, de asesinatos, aunque solo sea por breve tiempo? ¿Seguirán pensando que es peligroso y que más vale no tentar a la suerte? ¿Y seguirán dedicándose a sus tortuguitas y a sus batallas de flanes cada vez que ocurra un nuevo atentado? De momento, todo parece indicar que sí. Y aquí tenemos a la gente más cool, la que marca tendencia, la más admirada y seguida en las redes sociales, mirando para otro lado en un asunto tan espinoso como este.

En realidad, esa actitud está muy extendida entre nuestra izquierda. Por alguna razón, desde hace al menos quince o veinte años, nuestra izquierda ha asumido que los inmigrantes musulmanes son los nuevos parias de la tierra y que siempre hay que ponerse de su lado. Y si algunos de ellos cometen un atentado cruel gritando el nombre de Alá, mucha gente corre a buscar excusas geopolíticas, sociológicas, económicas, las que sean. Y en el fondo siempre se acaba estableciendo el mismo razonamiento: hay que entender que están enfadados porque han sido humillados y pisoteados, los hemos excluido y marginado, Europa es racista y ellos tienen derecho a reaccionar aunque sea de esta forma desproporcionada y salvaje. Y al final, la culpa siempre acaba siendo nuestra: por racistas, por opresores, por capitalistas, por egoístas, por lo que sea. Poco importa que muchos de estos inmigrantes disfruten de unos beneficios envidiables -casas, subsidios, ayudas, atención sanitaria, educación- que tienen que pagarles los trabajadores europeos con sus salarios y sus impuestos (unos trabajadores, por cierto, que casi nunca tienen derecho a esos beneficios aunque en muchos casos estén en situación igual de apurada). Poco importa que hayan sido acogidos y bienvenidos. Poco importa que en general hayan sido muy bien tratados. Lo importantes es que muchos de ellos "se sienten" discriminados y pisoteados. Y si algunos cometen atentados de una crueldad inimaginable, lo mejor es mirar para otro lado y seguir pasándolo en grande con nuestras batallitas de flanes.

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