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Daniel Capó FdV

Cuento de Navidad

En la obra de Charles Dickens la Navidad no es una celebración más del año, sino el periodo en el cual vuelve a regir la esperanza de un nuevo inicio que revoque los errores y los despropósitos del pasado. Al igual que sucede en su Cuento de Navidad, en el relato de los evangelios se enfrentan dos concepciones antagónicas e irreconciliables de la vida. Por un lado, los pastores festejan el nacimiento de un rey llamado a restablecer la justicia en el mundo. Por el otro, Herodes personifica las consecuencias criminales de un poder abusivo. Los ángeles anuncian una "buena nueva" que trastoca la cartografía de las estrellas y moviliza a los magos de Oriente, Melchor, Gaspar y Baltasar. Sin embargo, junto a la esperanza, aletea un miedo profundo que prende en el pueblo. Los padres de Jesús son tratados como extraños en la villa de Belén y al final solo encuentran un establo donde guarecerse del frío y dar a luz al niño. Los ángeles que anuncian el nacimiento a los pastores les piden que no tengan miedo. También en el Cuento de Navidad Ebenezer Scrooge tiembla pensando en la condena que le espera si no cambia de actitud; pero, en el relato evangélico, el rostro del temor tiene que ver más bien con los efectos del poder y del rechazo. El poder militar de los romanos, por ejemplo. El poder cruel y caprichoso de Herodes que, alertado de la noticia, ordena asesinar a todos los niños de la localidad. Solo uno se salva huyendo a Egipto. El terror no es, desde luego, un hecho baladí sino que recorre con su aliento ponzoñoso toda la historia de la humanidad.

Cada época histórica -y también vital- se enfrenta a un horizonte de temor. Cada época escribe un relato inspirado por el desastre, la decepción y el fracaso, que no duda de utilizar entre sus armas la fuerza, la intimidación o las mentiras. Cada periodo recrea unas utopías, situadas ya sea en un futuro distante o en un pasado sublimado, que nutren el suelo natal de los totalitarismos. En cada etapa se hace preciso volver a repetir con voz firme el mandato de la esperanza, que no consiste sino en negarle al terror el privilegio de la última palabra.

Y nuestro tiempo no es distinto en absoluto. La crisis económica hizo trizas la seguridad de las clases medias. El fantasma de los nacionalismos, de la xenofobia, de los populismos de extrema derecha o de extrema izquierda regresa con fuerza. El terrorismo islámico amenaza con quebrantar las lealtades democráticas en Europa. La tecnología nos desnuda ante el Big Data que utilizan las grandes corporaciones. El envejecimiento y la falta de productividad debilitan, quizás para siempre, el Estado del Bienestar. Los hijos pueden ser más pobres que los padres. Y quizás el "brexit", o Putin, terminen con Europa. Por supuesto, no podemos estar seguros de nada de eso. El destino no está escrito en letras de hierro.

Sin embargo, más allá de los elementos intencionales de cualquier relato, la Navidad nos recuerda que siempre podemos empezar de nuevo. Tras la visita de los tres espíritus, el protagonista de la novela de Dickens, Ebenezer Scrooge, cambia de vida y, con esa decisión, logra beneficiar a la gente que le rodea. Del mismo modo, los grandes atributos de la civilización -la democracia y el Estado del Bienestar, los derechos y las libertades- dependen de nosotros y de nuestra actitud, precisamente porque son algunos los privilegios que definen la condición humana.

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