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Joaquín Rábago.

Los amos del mundo

¿Han visto ustedes está semana en la prensa una foto de Christine Lagarde en el juicio al que se la sometió por supuesta malversación de fondos y trato de favor a un multimillonario empresario francés?

¿Han visto cómo sonreía la directora gerente del FMI, los brazos cruzados, delante de su sin duda bien pagado equipo de abogados, con su melena plateada y su elegante "fular" al cuello, perfectamente segura de sí misma?

Era la sonrisa de alguien que sabe que no le va a pasar nada, que, como dijo uno de nuestros jueces, la justicia tiene siempre dos varas de medir: una para los robagallinas y otra para los poderosos.

El tribunal francés que juzgó a la exministra del Gobierno del presidente Nicolas Sarkozy solo le afeó su negligencia en el manejo de fondos públicos cuando era ministra del Gobierno francés.

En esa etapa anterior a su llegada al FMI, Lagarde firmó, a raíz de un arbitraje, el pago de una indemnización, declarada luego fraudulenta, de algo más de 400 millones de euros al empresario Bernard Tapie.

Este había vendido la firma de ropa deportiva Adidas al banco semipúblico Crédit Lyonnais en 1994 para incorporarse como ministro al Gobierno del presidente socialista François Mitterrand.

Lagarde era entonces titular de Economía, Industria y Empleo, y tal acumulación de responsabilidades le valió en el juicio para argumentar que llegaban a su mesa hasta 9.000 notas al año y no podía fijarse en todo.

El tal Tapie por cierto es un individuo de cuidado: exsocialista y expropietario de un club de fútbol, el Olympique de Marsella, apoyó al conservador Sarkozy en la campaña presidencial de 2007.

Aunque no se ha podido demostrar, se sospecha que parte de la maquinaria estatal francesa favorecía un acuerdo con Tapie, un personaje con enorme capacidad de cabildeo en las esferas de poder.

La cuestión es que Lagarde ha logrado librarse de una condena a un año de cárcel y una multa de varios miles de euros, y ahora la única incógnita es su futuro en el FMI, ese organismo al que tanto le gusta dar lecciones a los países más débiles.

Por lo pronto, el "Financial Times" ha salido en su defensa: su principal argumento es que "lo que menos necesita en este momento el FMI es un vacío de poder" con el rescate griego pendiente y la incógnita sobre el futuro de las instituciones financieras tras la elección de Donald Trump.

No hay nada como tener amigos bien situados.

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