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Matías Vallés.

El terrorismo islamista asesina la Navidad

A falta de un plan, Occidente combate los atentados yihadistas con mentiras

Un conductor borracho mata al viajero de otro vehículo, en una autopista camino de París. En el atasco consiguiente, queda atrapado un coche que transporta a tres terroristas del Estado Islámico (EI) camino de cometer un atentado. En efecto, los asesinos llegan tarde a su objetivo y no pueden culminar su matanza. ¿Quién sería el héroe de la historia? Este planteamiento serviría de génesis a una obra de ficción, salvo que también se produjo el 13 de noviembre de 2015 en la capital francesa.

Aquellos tres terroristas reales, infiltrados en la riada de refugiados sirios, alcanzaron con retraso el Stade de France donde se disputaba el Francia-Alemania. Un contratiempo, porque el tiempo juega en contra de todos los seres humanos sin distinción de objetivos morales. El 13 de noviembre murieron tiroteadas 130 personas en París, es posible que una cifra similar de espectadores del encuentro salvaran la vida por el colapso viario.

Confiar en los imponderables de la vida cotidiana se erige en la única estrategia definida de Occidente contra el terrorismo islámico, que el lunes volvió a golpear puntualmente en un mercadillo navideño berlinés. El abeto aplastado al retirar el gigantesco camión demuestra que no siempre puede confiarse en la falta de planificación de los terroristas. Europa se habitúa a la cuota de un muerto diario a manos del EI y derivados, Turquía ha coronado la cifra de 400 muertos en año y medio.

A falta de un plan, Occidente combate el terrorismo islámico con mentiras. La más flagrante surge de labios de Obama cuando sentencia que el cambio climático puede acabar con la civilización tal como la conocemos. En cambio, el goteo de muertos del EI no podría hundir el sistema de convivencia. El presidente estadounidense olvida plantear qué ocurre cuando se afronta simultáneamente el calentamiento global y el yihadismo, sin capacidad o voluntad de frenarlos.

Doce muertos no acaban con Berlín capital, pero pueden hundir al Gobierno de Berlín. La cancillera Merkel parece desarbolada, con su tímida tesis de que sería "particularmente repugnante" que la matanza correspondiera a un refugiado, y su innecesario homenaje al islam en un día en que se ha asesinado la Navidad. Se ha matado con abundancia en nombre de la cruz, cuesta derramar sangre invocando un nacimiento. EI y asociados reivindican el culto a la muerte, desde el primer día de existencia.

La segunda mentira consiste en retrasar o emborronar la adscripción de las matanzas. Tres días después, la voraz actualidad habrá eliminado la matriz del atentado de la ansiedad colectiva. El enmascaramiento ha ocurrido así en Niza como en Berlín, por ceñirse a los asesinatos con camión. Sin embargo, Obama destaca otra vez como el entusiasta más consumado de que si un atentado es cometido por un islamista, que grita consignas islamistas mientras aprieta el gatillo y que está conectado con organizaciones islamistas, entonces no se trata de un atentado islamista.

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